Capítulo 1: Sam

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Nunca me había dado cuenta de la infinidad de casas absolutamente idénticas que existen en el Reino Unido. No llegaba a comprender si era por la espesa niebla que las cubría o por los ladrillos color tierra con los que estaban hechas todas y cada una de ellas, pero me parecían un laberinto lleno de imágenes completamente iguales del cual era imposible encontrar una salida.

Daba igual lo lejos que fuéramos. Podía ver los mismos patrones repitiéndose una y otra vez. Cada casa se parecía aún más a la anterior. Cada jardín había decidido cultivar las mismas flores. Cada curva nos llevaba al mismo lugar.

Como si estuviera perdida dentro de un bucle infinito.

Y mientras avanzábamos por la autopista, no podía evitar comparar el paisaje con mi vida.

En mi mente nada estaba claro. Algunos pensamientos se mezclaban con otros sin un orden en concreto. Mis sentimientos batallaban entre ellos como si no pertenecieran al lugar en el que estaban. Tampoco encontraba una forma de clasificar algunos recuerdos, ni a las imágenes que aparecían delante de mis ojos sin dejarme concentrar en nada mas.

No sabía dónde colocarlas para encerrarlas con llave y que no volvieran a aparecer jamás.

Pero había algo dentro de mí que al igual que mis vistas, también seguía una pauta concreta. La había estado siguiendo durante los últimos meses.

La misma sensación se manifestaba en mi pecho repetidamente.

Esa presión que hacía que me asfixiara.

Esa bola de dolor que no permitía que el aire llenara mis pulmones.

Esa cuerda que parecía que apretaba mi corazón hasta hacerlo desaparecer por completo.

Por eso me marchaba.

Por fin.

No iba a permitir convertirme en una de esas casas tristes y viejas, demacradas por los recuerdos que dejaron los que vivieron ahí y ya no están, y destrozadas por los que vinieron después y no supieron tratarlas como merecían.

No, no podía dejar que eso ocurriera.

Y era a lo que estaba destinada si me quedaba en ese pueblo para siempre.

Sí, había tomado la decisión correcta.

Lo supe en ese momento, cuando de entre toda la niebla turbulenta apareció repentinamente un rayo de sol indicando el final del túnel que había sido mi vida hasta aquel momento.

La calidez que me proporcionó en la piel me hizo sentir que los temores que me habían estado persiguiendo los últimos meses se desvanecían poco a poco.

Todo iba a cambiar. Todo iba a mejorar.

Solo necesitaba marcharme de allí, abandonar el que había sido mi hogar durante los dieciocho años de mi vida y mudarme a un lugar completamente nuevo, en el que pudiera olvidarme de todo y empezar una vida completamente nueva. Con personas que de verdad quisieran estar a mi lado y que me hicieran realmente feliz.

Iba a vivir en una ciudad en la que nadie me conociera. En la que los enormes edificios y el montón de gente me hicieran sentir que el universo era demasiado grande y que mis problemas tan solo eran una pequeñísima parte de él. En la que los músicos de la calle fueran la principal distracción y no los rumores que contaba la vecina de al lado. En la que hubiera más de siete mil habitantes y a todo el mundo le diera absolutamente igual quien eras, a que se dedicaban tus padres, cuántos terrenos ibas a heredar o con cuantas personas te había acostado.

Una ciudad en la que pudiera ser yo misma. En la que pudiera encontrar mi lugar. En la que pudiera vivir una vida que me perteneciera y que no fuera esa en la que jamás me había reconocido.

Espérame en CamdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora