Capítulo 35: Blake

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Respiré profundamente por tercera vez desde que habíamos entrado en el ascensor, y de eso hacía solamente unos segundos. Cerré los ojos y los apreté con fuerza, como si por alguna casualidad la escena que estaba a punto de vivir fuera a desaparecer. Seguidamente me sequé el sudor de las palmas de las manos en el pantalón de pinza beige que había encontrado milagrosamente en el fondo del armario. Odiaba ese pantalón, tan solo me traía malos recuerdos y casi todos relacionados con mis padres. La última vez que lo había usado había sido en una de esas malditas cenas que tenía que tragarme con patatas en la casa de la playa. Unos socios de mi padre habían venido a pasar unos días con nosotros y se habían pasado la mitad del tiempo criticando la comida del chef privado que habíamos contratado especialmente para ellos. Ah, y también intentando convencerme de lo interesante y productiva que iba a ser la fusión de nuestras empresas el día que yo estuviera al mando.

Ni siquiera sabía cómo me acordaba de todo aquello, teniendo en cuenta el hecho de que había mantenido la mirada en un punto fijo durante toda la cena. Parecía que tenía una especie de facilidad para retener en mi cabeza todo lo que conseguía quitarme el sueño.

De eso ya hacía unos meses, pero me daba la sensación de que, por suerte, hacía años que no me movía por ese tipo de lugares, me juntaba con personas tan desagradables o vivía situaciones tan surrealistas.

Aunque hoy volvía a estar metido en la mismísima boca del lobo y por voluntad propia.

Parecía que la vida no se dignaba a darme ni tres meses de tregua.

<<No es la vida, sino tú mismo. Todo es por tu culpa. Son las condiciones que tú aceptaste ¿Te acuerdas? Menudo idiota>>.

Me acordaba, eso seguro. Y me iban a dar el premio a masoca del año por ello.

Ojalá hubiera tenido los cojones de presentarme ahí con mi chaqueta vaquera de segunda mano y mi guitarra colgada de la espalda. Habría cogido las Converse más sucias de mi colección y las hubiera restregado por todo el club, después habría desconectado la puta mierda de música que esa gente solía escuchar y les habría puesto la discografía entera de los Rolling Stones.

La camisa de rayas que llevaba era demasiado estrecha, no dejaba moverme con libertad y encima me estaba haciendo sudar igual que ese día de verano que me la había puesto para ir a ver el polo. Podía notar perfectamente cómo los chorros de sudor bajaban por mi espalda y se colaban por dentro de mi cinturón.

Aun así, al darme cuenta de que casi habíamos llegado al último piso, sentí como un escalofrío recorría mi nuca de arriba abajo y me hacía ponerme a temblar a la vez que el estómago amenazaba con salirme por la boca en cualquier momento.

Busqué desesperadamente un punto fijo en el papel floreado del ascensor y traté de concentrarme y dejar la mente en blanco. Como ideara en mi cabeza otro supuesto escenario de lo que estaba a punto de pasar me iba a volver loco.

Volví a respirar profundamente y esta vez sentí como el corazón me empezaba a latir más y más rápido. El roce de la mano de Sam intentando inmovilizar los tembleques de la mía hizo que no me diera una taquicardia ahí mismo.

- Blake... ¿Estás seguro de esto? Aún estamos a tiempo de marcharnos.

Mierda, no.

Claro que no estaba seguro. Ni siquiera sabía por qué cojones estaba allí. Ni por qué la había metido a ella también en esto.

Aún recordaba la expresión que había esbozado su cara cuando se lo había contado unos días atrás. La había ido a buscar a su residencia y estábamos dando una vuelta por Covent Garden. Al ponerse a llover y sentarnos en una cafetería no había dudado en explicarle cada detalle del encontronazo con mi madre.

Espérame en CamdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora