Llevaba un mes atrapado en un infierno que había sido creado especialmente para mí.
Después de la semana de expulsión, la cual me había pasado encerrado en mi habitación y llorando como un desconsolado, mi vida había tomado un rumbo que jamás me hubiera imaginado.
Si antes me había dado miedo pasear por los pasillos del instituto, ahora me daba absoluto pavor. Mi gancho le había callado la boca a Arthur Johnson durante unos días, pero el hecho de que yo estuviera amenazado con la expulsión definitiva y no pudiera pasarme ni un pelo le había hecho recuperar su poder sobre mí. Ahora podía hacerme lo que quisiera sin que yo ni siquiera me dignara a abrir la boca. Por no mencionar el hecho de que medio instituto se había puesto de su parte y se dedicaban a recordarme constantemente el ridículo que había hecho ese día en el comedor.
Por suerte y por desgracia a la vez, estaba tan ocupado que casi no tenía tiempo físico para toparme con Arthur ni ninguno de sus amiguitos. Mi padre se había encargado personalmente de hacer realidad sus palabras y no darme ni un puto respiro.
Salía del instituto entre las seis y las siete de la tarde, unas cuatro horas más tarde de lo normal. Aparte de todas las clases obligatorias que hacía por las mañanas, ahora estaba en los clubs de ajedrez, debate, cricket, hockey y softball. Ni los más empollones hacían tantas extraescolares. A ese paso me iban a regalar una plaza en Oxford, y la verdad es que sabiendo que mi peor enemigo iba a escoger esa universidad, no tenía la más mínima intención de pisar ese campus jamás.
Toda mi vida había sabido que los deportes no eran lo mío, pero lo había terminado de comprobar durante esa época. No lograba entender cómo podía ser tan descoordinado con los pies cuando era capaz de cantar y tocar la guitarra a la vez. El abuelo siempre me había dicho que eso era porque tenía más desarrollada la parte izquierda del cerebro, aunque al llegar al club de ajedrez había comprobado que ninguna de las dos partes me funcionaba correctamente. Por no hablar del grupo de debate, en el que también me había dado cuenta de que aparte de que me costaba horrores pronunciar una palabra sin sentir ese nudo que me oprimía la garganta últimamente, mi opinión era muy diferente de la de los demás. Algunos me habían dicho que era un anticuado, un abuelo, o hasta que me volviera a la cueva de la que había salido.
Al parecer, que proclamara que la mejor década de la historia habían sido los setenta incitaba a que los jóvenes consumieran drogas y otras substancias alucinógenas. Con la gran influencia que tenía en el instituto, seguro que todo el mundo iba a ir colocado al día siguiente.
Cuando terminaba los clubs, algunos días casi en silla de ruedas porque las piernas me fallaban, una tutora venía a recogerme y me acompañaba a casa de mis padres. Allí, me ayudaba a hacer los deberes, me hacía la cena y no se iba hasta que se había asegurado de que me había metido en la cama.
Igual que si fuera un puto crio.
Y a pesar de que mi día a día fuera una tortura, un castigo y una pesadilla de la que no me iba a despertar jamás, ese era el momento del día que más temía. Miraba la cama de lejos una y otra vez, intentando encontrar alguna excusa para mantenerme ocupado, hacer el día un poco más largo y no tener que encontrarme conmigo mismo. Ese era el único lugar dónde había espacio para que mis pensamientos corretearan sin ningún tipo de control, y lo hacían de tal manera que me era absolutamente imposible conciliar el sueño sin antes llorar hasta quedarme seco.
Mi abuelo había desaparecido de mi vida de un día para el otro. Se había esfumado por completo y parecía que jamás hubiera existido. Días después de la bronca de mis padres había intentado llamarle desde una cabina telefónica y no había respondido.
No había respondido.
Él siempre cogía el teléfono, siempre.
A demás, me había asegurado de llamarlo a una hora que sabía que iba a estar en casa.
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Espérame en Camden
Romance____Escenas +18____ Sam está destrozada y cree firmemente que la única forma de librarse de su dolor es marchándose del pueblo en el que ha pasado toda su vida. Parece ser que empezar la universidad en Londres va a ser la solución que lleva buscand...