Capítulo 2: Sam

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Ese mismo día por la noche, cuando terminé de colocar todo en su lugar, me comí el túper de pasta que había preparado antes de marcharme de casa y me fui directamente a la cama. El viaje en coche y la adrenalina que había sentido durante todo el día me habían dejado agotada.

Necesitaba un buen descanso.

A parte, esa cama tan grande parecía que me estuviera llamando a gritos.

Antes de dormirme, puse el despertador a las ocho para poder levantarme temprano y aprovechar el día para conocer la zona y comprar algunas cosas que iba a necesitar.

No pensaba desperdiciar ni un minuto en Londres ahora que por fin estaba allí.

Dormí tan profundamente que la mañana siguiente me desperté más que confundida. Hasta tuve que abrir los ojos con efusividad para reconocer el lugar dónde me encontraba.

Rápidamente busqué ese corcho colgado en la pared, en el que había un montón de dibujos de cuando era pequeña.

Aunque ya no estaba. Ni rastro de él.

Tampoco veía el viejo armario empotrado, ni mis libros favoritos colocados en esa estantería que algún día iba a reventar.

En lugar de eso, pude apreciar un pequeño, pero muy bonito espacio que iba a convertirse en mi hogar a partir de ahora.

Un lugar que al observarlo con la tenue luz del sol que entraba por la ventana, me hizo sentir en paz.

Salté rápidamente de la cama.

¡Estaba en Londres!

No, ¡Vivía en Londres!

No lo podía creer.

La noche anterior me había quedado dormida tan rápido que no me había dado tiempo a recapacitar sobre todo lo que había pasado durante el día.

De hecho, ahora que lo pensaba no me extrañaba nada que hubiera dormido tan bien. Como había predicho, dormir en esa cama era como estar en una nube.

En seguida me metí en la pequeña ducha que había en el cuarto de baño y después me vestí con unos pantalones cortos y una camiseta básica de color blanco.

Estaba tan nerviosa por salir a la calle que lo hice todo deprisa y corriendo. Ni siquiera reparé en secarme el pelo.

Finalmente, cogí un jersey de punto por si refrescaba un poco, me puse las zapatillas y salí de la residencia como si me fuera a unir a un maratón.

Como aun no tenía nada de comida en mi cocinita particular, decidí ir a desayunar fuera. El día anterior me había fijado en una cafetería muy mona que quedaba justo en frente de la residencia así que no lo pensé dos veces.

Cuando abrí la puerta me quedé embobada al ver lo diferente que era ese lugar a lo que yo estaba acostumbrada a llamar cafetería.

Tenía un aire bohemio, con muchas plantas colgando por las paredes y diversos sillones de colores donde parecía que la gente se sentaba no tan solo a tomar café, sino también a leer o a escribir en su portátil. También había una barra enorme con un montón de carteles donde podías decidir qué escoger.

En seguida me atendió una chica rubia muy simpática que parecía tener mi edad. Le pedí lo más básico que pude encontrar en la carta: Café con leche y un pequeño sándwich. Igualmente, tampoco sabía muy bien qué eran el resto de las cosas.

En un pueblo como el mío no te solían dar mucho a escoger, aun gracias que tenían leche de avena en el supermercado.

Cuando la chica dejó mi pedido en la barra, me fui a sentar en uno de esos sillones de colores.

Espérame en CamdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora