Capítulo 11: Blake

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No sé si era mi sensación o es que cada vez que me encontraba con esa chica me ponía más y más nervioso.

Me sacaba de quicio hasta tal punto en el que me hacía actuar de una manera en la que no me reconocía.

Sinceramente, el día anterior cuando me había levantado y había visto que se había marchado, había sentido una mezcla entre alivio y decepción.

Alivio porqué eso significaba que estaba bien y que se había podido marchar solita su casa sin causarme ningún problema más.

Y decepción porqué me había preocupado por ella y ni siquiera se había molestado en darme las gracias. Simplemente se había marchado a hurtadillas de mi cama como si hubiera cometido un crimen, y ni siquiera habíamos hecho nada.

Ah, y encima tampoco se acordaba de nada.

Joder, yo nunca había hecho esas cosas por nadie.

Tendría que estar dando saltos de alegría.

Pero en vez de eso, parecía que cada vez que nos encontrábamos la situación iba a peor.

No es que estuviera interesado en conocerla ni nada por el estilo.

Simplemente, si iba a venir siempre con nosotros, prefería que no me gritara y me insultara cada vez que me veía, o que me dejara con la palabra en la boca como acababa de hacer.

De verdad que esa mañana me había levantado con buen pie. No tenía ni una pizca de resaca y me sentía bastante productivo. Estaba hasta de buen humor, pero en cuanto había visto su inconfundible preciosa cara por el pasillo me había empezado a hervir la sangre.

Pero eso no iba a acabar de aquella manera, no.

Yo era muy cabezota y nadie me dejaba en medio de una discusión.

Iba a ver una segunda ronda.

Parecía que esa mañana yo era la única persona que estaba consciente de todo el campus. Todo el mundo caminaba como si le hubiera pasado un autobús por encima.

En realidad, me alegraba que mis fiestas tuvieran ese efecto en la gente, si estaban de aquella manera quería decir que lo habían pasado en grande.

Pero me cabreaba demasiado no haber podido disfrutarla como todos ellos y encima haber tenido que pasarme todo el domingo limpiando su mierda.

Tendría que esperar a la siguiente fiesta para beber hasta perder el conocimiento.

Aun así aproveché un lunes que estaba fresco para ir a todas las clases y enterarme de que estaban dando en cada asignatura.

Tan solo llevábamos una semana de clase y ya había faltado a la mitad porqué había estado demasiado ocupado ensayando para el concierto del viernes.

Bueno, en realidad siempre había algo que me mantenía demasiado ocupado para ir a clase.

Sinceramente, la carrera no era lo que más me importaba en el mundo, por no decir que me daba absolutamente igual, pero al final del semestre debía tenerlo, al menos, todo aprobado.

Eso era lo que había acordado con el gilipollas de mi padre, era la única condición que me había puesto.

Yo estudiaba la maldita carrera, lo aprobaba todo y él me dejaba en paz.

Con eso me bastaba.

Cuando era pequeño quería estudiar música.

No solo ir al conservatorio, sino también poder entrar en la carrera de música.

Debería tener unos ocho años cuándo, después de ver con mi abuelo el concierto del Live Aid del 85, supe que quería ser una estrella del rock. Quería tocar la guitarra eléctrica como Brian May y hacer gritar a un estadio entero. Quería tocar el piano como Elton John o cantar como Axl Rose. Quería ir a Abbey Road y grabar mi primer disco, que por supuesto iba a venderse como churros.

Espérame en CamdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora