Capítulo 24: Sam

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Blake no me había contado absolutamente nada, pero por como miraba fijamente su cerveza y le daba vueltas a la jarra sin ni siquiera subir la mirada, podía deducir lo que le estaba pasando por la cabeza. Parecía que tuviera la mente en blanco, pero sabía perfectamente que en aquel momento en sus pensamientos había de todo menos vacío.

No tendría que haberle preguntado por sus padres otra vez.

No sabía qué tanto le afectaba como para ponerme a preguntar a la ligera.

No era nadie para meterme en su vida y sinceramente ya me había contado demasiado cuando me había hablado de su abuelo.

Que nos sintiéramos bien hablando el uno con el otro no significaba que tuviéramos que contárnoslo todo.

Tal y como yo no quería contarle nada de lo que había pasado en casa, no porqué fuera él, sino porque si lo decía en voz alta iba a tener un ataque de pánico allí mismo, él tenía todo el derecho de no contarme lo que le hacía daño.

Y tenía que respetarlo.

Tal y como él había respetado lo que yo le había dicho.

Sinceramente lo estaba pasando demasiado bien con él y no quería que los fantasmas del pasado de cada uno estropearan lo que estábamos creando aquella noche.

Porque estaba siendo más que increíble.

Si la noche en la que lo conocí me hubieran dicho que al cabo de unas semanas estaría paseando y mirando tiendas en Camden abrazada a él, hubiera dicho que dejaran de vacilarme, que jamás iba a acercarme a aquel capullo arrogante.

Pero supongo que la ciudad le había enseñado la primera lección a la chica que nunca había salido del pueblo.

No se juzga a las personas por lo que dicen de ellas o lo que aparentan ser.

Y Blake era la personificación de aquella frase, porque era el chico más adorable que había conocido jamás y contra más veía romperse su coraza, más me daba cuenta de ello.

Intenté romper la tensión que se había creado diciéndole lo mucho que estaba empezando a notar como la cerveza me subía. Al principio había pensado que la cara me ardía a causa del momento incómodo que habíamos tenido, pero al empezar a ver borroso lo había descartado totalmente.

Era el alcohol.

Esa cerveza estaba buenísima, pero subía como seis cervezas de las que yo solía beber.

- ¿Estás borracha, Cervecitas? - Sonrío enseñando de punta a punta esos dientes blancos que tenía.

Me alegrí al instante volver a verlo sonriendo.

- Puedeeee - Me reí sin poder evitar que se me cerraran los ojos.

¿Como demonios me subía el alcohol tan rápido? ¿En serio era tan poco tolerante?

- ¿Tendré que llevarte a cuestas otra vez? – Ladeó la cabeza con dulzura.

Vi como seguidamente estiraba los brazos para deshacerse el moño, sacudirse el pelo y volvérselo a hacer a la perfección. En lo que iba de tarde había hecho eso al menos unas cuatro veces y acababa de descubrir que, a pesar de que estaba claro que era una manía suya, me había vuelto adicta a ver como lo hacía.

- La verdad es que a mí también me está subiendo un poco – Dijo mientras posaba la palma de su mano en mi mejilla para acariciarme.

Volver a sentir el contacto de su piel hizo que me recorriera un escalofrío por todo el cuerpo.

Sería mentiroso.

Le había visto borracho y había comprobado que a ese chico o le dabas treinta cervezas, o iba igual de fresco que una noche de otoño en Londres. Si él iba borracho entonces yo tendría que estar por los suelos, aunque si seguía bebiendo cerveza negra tal vez sí que iba a acabar mal.

Espérame en CamdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora