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Un ambiente pesado, un calor insoportable que era capaz de quemar los árboles e incendiar la misma tierra. Los jóvenes soldados sudaban ante aquella gran ola de calor que sentían derretirse dentro de sus armaduras, aquel metal que se supone, protegería su cuerpo, sentía que los quemaba y los consumía. Poco a poco empezaban a retroceder al sentir aquella aura peligrosa acercándose a ellos y derrotando a los miles de soldados que habían estado en la primera fila de aquel combate. Aquella alfombra de humanos que se había formado para evitar que los enemigos lleguen hasta donde se encontraba el Emperador, poco a poco empezaba a desaparecer. Muchos perecían de una manera indolora que se sorprendían en el momento de ver sus cuerpo caer, otros más gritaban de dolor mientras en sus ojos se grababan la figura de aquel ser que arrebato su vida, algunos más se derretían hasta desaparecer por completo.

¿Cómo era posible que un solo mago hiciera tal destrucción?

No lo sabían.

Era un monstruo el que se acercaba. Era un demonio el que consumiría sus almas para llevarlos al infierno. Aunque siendo sinceros, ya se encontraban ahí. Quizá la muerte sólo sea una salvación para ellos.

Aquellas fuertes pisadas que se dirigían a ellos, hacían temblar la misma tierra, provocaba que dieran varios pasos atrás.

Se miraron los unos a los otros en espera de más indicaciones. No querían huir, aunque era mejor dicho que no podían huir, sería una deshonra a su reino. Era evidente el miedo que se asomaba por sus ojos, aquellos gritos de dolor y desesperación, taladraba sus propios oídos. Aquello era una pesadilla que no tenía fin.

Para desgracia de todo, así de crueles eran las guerras.

-¡El Emperador ordena que retrocedan!

Aquel grito del general Invel salvo sus almas que muchos dejaron ir el aire que guardaban sus pulmones. Empezaron a retroceder mientras algunos se aventuraban a cargar a los compañeros heridos y que aún tenían posibilidad de salvar su vida. Algunos más desconcertados, se detuvieron para intentar averiguar cuál sería el siguiente movimiento de su Alteza. Invel era uno de aquellos que no quería alejarse pero ante aquella orden, es que solo decidió obedecer un tanto cauteloso.

Pero para desgracia de muchos, unos más fueron arrastrados a esa horrible contienda.

¿Cómo es que a Zeref no le importaba la vida de sus soldados?

Fácil.

Para aquella "Horrible Hada" la vida de aquellos subordinados no era importante, la vida de los "mortales" no valía nada, solo sus cuerpos vacíos servían como experimentos. Era el único uso bueno que se les podía dar.

La furia apareció en el rostro de Natsu en el momento que lo vio aparecer en el campo de batalla mientras lastimaba a sus propios soldados. No podía comprender del todo como un alma tan desagradable podía hacer daño a su propio ejército, es más, podía ver aquella sonrisa de satisfacción al escuchar aquellos gritos de desesperación. Cuando uno deja de creer, se convierte en oscuridad. Aquellos ojos tan vacíos, aquella retorcida sonrisa. Era la representación misma del mal que existe en el mundo. Una oscuridad sin fin, un sufrimiento infinito.

Ese era el significado de Zeref.

-Dejaste que tu pequeño compañero se fuera ¿Porque lo hiciste? -Sonrió Zeref con burla, Natsu solo desvío su mirada, no eran necesarias las palabras cuando eran obvias sus intenciones.- Aun no le has contado a nadie sobre tu pequeño secreto ¿Verdad? -Soltó una pequeña carcajada ante aquel silencio.- Etherias Natsu Dragneel al fin ha despertado de su largo sueño pero aquí es donde me pregunto -Tomo un poco de aire.- ¿Cómo lo hiciste sin que yo me diera cuenta?, ¿Cómo fue que recuperaste tus recuerdos si yo aún no te he dicho nada?, ¿Cómo fue matar a esos estúpidos magos de Avatar y bañarte con su sangre?

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