Capítulo I - Cambios

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Cambios

Dos meses después

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Thorsito, cada vez te luces más con la comida. ¡Este guiso está delicioso! —exclamo dando el último bocado a mi platillo.

La cena fue hace varias horas, pero no podía conciliar el sueño, por lo que mi gran amigo Thor, cocinero de los Vettel, me sirvió un gran plato con la comida que sobró. Él sonríe ampliamente ante el cumplido, mientras termina de beber su vaso de cerveza. En el último tiempo se ha hecho una costumbre nuestras reuniones a altas horas de la noche en donde bebemos y comemos algo mientras compartimos chismes acerca de la situación de la familia a la que trabajamos. Es bastante mayor que yo, pero nos llevamos de maravilla.

El divorcio entre Hanna y Sebastian se llevó a cabo hace algunas semanas y él cada día está peor que el anterior, tratándome mal, trayendo chicas distintas cada noche y pasando más días borracho que sobrio. Ya casi no ve la luz del día. Por lo mismo, Matilda y Emily ya no vienen a casa. Las extraño tanto, habíamos pasado mucho tiempo juntas, pero luego del divorcio definitivo de sus padres ya no vienen a casa. Hasta había logrado que Emily me hablara más, pero todo el esfuerzo ya se fue a la basura.

Gertrudis, la anciana ama de llaves, que aún parece querer sacarme los ojos cada vez que me ve, se pasea frente a nosotros observándonos con desaprobación, sin embargo, no es capaz de decir nada. Con su larga y aburrida bata de polar de un color parecido al vómito, toma un vaso con agua y desaparece por el largo pasillo en dirección a su habitación. Thor rueda los ojos apenas notamos que no nos ve, provocándome soltar una carcajada.

Las horas avanzan a medida que hablamos sobre cosas del pasado e intentamos descifrar porqué Gertrudis es tan amargada. Una de las teorías que surgió es que odia su nombre, por lo tanto odia a todo el mundo que tiene un nombre decente. Luego la descartamos, ya que odia a Thor también y, bueno, él tiene nombre de superhéroe de Marvel. El cansancio nos llega al fin y me ofrezco a lavar los platos antes de irme a la cama, por lo que mi amigo me agradece y se va dando saltitos a su habitación. Es un hombre tan agradable, que pena me da que ciertos asuntos con su familia le hayan evitado poder ser completamente feliz y libre de hacer lo que quiere con su vida.

Termino de apagar las luces del lugar, sin embargo cuando subo algunos escalones en camino al segundo piso, escucho un fuerte estruendo en las afueras de la casa. Intento no darle importancia, pero luego recuerdo que Sebastian no está aquí hoy. Bajo rápidamente y salgo de casa, arrepintiéndome de inmediato por usar una bata de satén cuando en realidad con este frío debería estar usando una bata de polar como la de Gertrudis. Me concentro en mi cometido y ahogo un chillido en cuanto veo uno de los Ferraris que siempre he admirado en el garaje, estrellado contra uno de los árboles al costado de la casa. Corro hacia la puerta del piloto y me asusto al ver a mi jefe sobre el volante de su costoso auto. Tomo su pulso en el cuello y aunque me cuesta encontrarlo, éste es fuerte. Llevo mis manos hacia sus hombros e intento despertarlo. Su cabello largo cae desordenado sobre su rostro y sólo cuando lo quito de su frente noto una herida sangrando allí. No es grave, pero indica que ha sobrepasado cualquier límite de autodestrucción. No despierta ni con los golpes que le doy en el rostro, por lo que busco algún botón o algo que me ayude a reclinar más el asiento. Apenas lo encuentro lo presiono y el asiento se inclina de inmediato hacia atrás.

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