Capítulo VIII - Luciana Rossi

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Luciana Rossi


La sala de espera de la clínica en donde nos encontramos está repleta. Me mantengo en mi lugar, intentando no hacer un escándalo al reconocer a ciertas personas aquí, como a Fred Vasseur, actual jefe de equipo de Ferrari o a Pierre Gasly, que aunque parece preocupado por la situación de su mejor amigo en las pistas me lanza una mirada que podría provocar que me orine, sin embargo, conservo mi postura de mujer inaccesible, aún cuando sé que si él me insinuara el más mínimo interés yo me lanzaría a sus brazos sin pensarlo.

El reencuentro de Seb junto a sus antiguos compañeros, ingenieros y gente relacionada a su trabajo fue memorable, compartiendo sonrisas y palabras de lamento por encontrarse en una situación tan difícil como esta. Charles tuvo que entrar a una operación de urgencia luego del nacimiento de su hijo y se supone está en recuperación, pero aún no se sabe si ya está despierto y cómo salió todo. El accidente fue en extremo grave e hizo un inmediato llamado a la FIA a ocuparse de ciertos asuntos que lamentablemente aún a estas alturas no han sido resueltos. Este deporte es en extremo peligroso, es necesario que tomen todas las medidas para llevarlo a cabo.

—¿Seb? —pronuncio su nombre en un susurro para llamar su atención. Todos en la sala se encuentran inmersos en una interesante conversación acerca de algo que no logro entender por completo, sin embargo, Seb se gira inmediatamente en mi dirección, quedando demasiado cerca de mi rostro— Quiero ir al baño.

Él esboza una gran sonrisa hacia mí, casi al punto de soltar una carcajada al escucharme— ¿Quieres que te acompañe?

Asiento, avergonzada— Este lugar es inmenso, no quiero perderme.

Seb niega con la cabeza antes de levantarse junto a mí para ir en dirección al baño que se encuentra por algún lugar del edificio. Las miradas de la mayoría de los presentes en la sala se van hacia nosotros, pero le resto importancia por ya haberles explicado con lujo de detalles la estricta relación jefe-niñera que existe entre Sebastian y yo. Caminamos en dirección a un ascensor, ya que en este piso no hay un baño. El sonido de mis tacones resuena por el inmenso pasillo que recorremos uno al lado del otro. Seb camina mucho más rápido que yo, por lo que me cuesta seguirle el paso.

—¿Por qué vienes tan arreglada?

—¿Qué quieres decir con eso? —le pregunto, ofendida por su pregunta— Yo siempre me veo bien.

—Labios rojos, vestido ajustado y tacones, ¿a caso tienes otras intenciones?

Entramos en el ascensor y me distraigo observando mi reflejo en el espejo de éste, sintiéndome maravillosa con el conjunto de ropa que escogí para hoy y el maquillaje que me esmeré en realizar. Siempre he sido buena en esto: maquillaje, peinados y ropa. Mi abuela siempre decía que en toda familia debe haber alguien encargado de la belleza y el estilo y que si yo no lo era en la mía, nadie más lo sería, de ella aprendí todo lo que sé.

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