Capítulo XIX - Pueblo mágico

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Pueblo mágico

No te vayas —me pide Seb, impidiendo que me levante mientras nuestros cuerpos desnudos se rozan bajo las sábanas. Mi corazón da un salto al sentir sus manos acariciar mi cintura a medida que me alejo— Quédate aquí conmigo.

—Hanna vendrá por las niñas y deben estar listas para irse. No quiero tener problemas —le respondo, tomando su camiseta del suelo para usarla y cubrir un poco mi cuerpo desnudo.

Escucho un quejido de su parte al ver que me acerco hasta el baño de la habitación.

Luego de lo ocurrido en su fiesta de cumpleaños, Hanna envío un mensaje diciendo que se llevaría hoy a las niñas a Suiza nuevamente, por lo que esperaba que estuvieran preparadas para el viaje. No mencionó absolutamente nada más y eso me aterra. No puedo olvidar su expresión al vernos salir del baño anoche. ¿Y si quiere venir a golpearme?

No había tenido tiempo para pensar en eso, ya que el resto de la noche transcurrió entre más besos, caricias y suspiros de placer apenas volvimos al hotel. Esperamos tanto poder estar juntos que no ha habido un segundo desperdiciado. Lamentablemente, no podemos estar así todo el día, hay cosas por hacer y ex esposas molestas por enfrentar.

—¿Puedo ducharme contigo? —me pregunta, observándome aún desde la cama.

—Acabamos de tener sexo, Sebastian. ¿En serio quieres seguir?

—Dije ducharse, no tener... —se excusa, pero luego de ver mi incrédula expresión dice la verdad— No puedes culparme.

—Bien —acepto quitándome la camiseta y dejando mi cuerpo totalmente desnudo nuevamente. Un sonriente Seb se levanta de un salto de la cama y corre hasta mi para tomarme en sus brazos y llevarme hasta la ducha. Su desesperación por volver a tener sexo me causa mucha diversión y es inevitable no reír—, pero no debemos demorar mucho.

—No prometo nada —me responde con una sonrisa coqueta para luego presionar sus labios sobre los míos acallando mis carcajadas.

El agua tibia cae sobre nuestros cuerpos a medida que él me acaricia casi con devoción y busca mi boca para volver a besarme, mientras es inevitable no gemir al sentirlo moverse dentro de mí. De pronto siento la leve preocupación de que me estoy haciendo adicta a él.

Sus manos recorren mi cuerpo como si fuera su posesión, mientras me aferro a su espalda mojada clavando levemente mis uñas allí por todo el placer que me recorre. Su mirada se posa sobre la mía mientras aleja su boca, sonriendo satisfecho al ver mi rostro complacido.

Sebastian sabe lo que hace, como un experto, sabiendo perfectamente cuáles son mis puntos débiles, dónde, cómo y cuándo tocar. Dios. El placer que siento teniendo sexo con él es inigualable.

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