Capítulo XXVII - El recuento de los daños

1.4K 163 147
                                    

27

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

27

El recuento de los daños

No, no puedo reponerme. De tu forma tan cruel de abrazarme, si sabías que no ibas a amarme. ¿Qué ganabas? ¿Qué ganabas con besarme? —canta mamá, o más bien grita, desde la sala.

Cubro mis oídos con la almohada apenas comienza con sus cantos de domingo mientras hace la limpieza en casa. ¿Su playlist de hoy? Gloria Trevi. Lamentablemente, y a pesar de que ya ha pasado bastante tiempo, aún sigo sintiendo que sus elecciones musicales son perfectas para explicar aquello que al fin puedo recordar sin ponerme a llorar. Ese tiempo oscuro del que tanto me costó salir, y que me alejó de aquellas personas que tanto amo.

Veo la hora en el reloj a un lado de mi cama y me levanto rápidamente al ver que debo salir en media hora. Entro a la ducha y me baño rápidamente para vestirme con la mejor ropa que tengo, disfrutando del calor que hace en este caluroso mes de enero.

Salgo de mi habitación con mi bolso listo con las cosas necesarias para la boda a la que fui contratada para trabajar como fotógrafa, sintiendo lo pesado que está.

—Mick volvió a llamar, Julieta —menciona mamá bajando el volúmen a la radio apenas entro a la cocina para servirme uno de los batidos de fruta que hace cada mañana de verano. No alcanzaré a desayunar, pero al menos esto me mantendrá en pie por unas horas— ¿Por qué no le contestas?

—Me convencerá de volver y no quiero hacerlo —hablo, lavando el vaso ya sin contenido y dejándolo en su lugar.

Mamá se acerca con una mirada repleta de lástima con la que no ha parado de mirarme desde que llegué aquel día hace más de un año, llorando como desquiciada. En serio me molesta que a pesar de que le he dicho que he superado todo siga viéndome así. Lo reconozco, tal vez sí soy una persona con muy mala suerte en el amor, con veintisiete años y sin siquiera un prospecto de relación, pero eso no quiere decir que soy infeliz.

—Tenías una gran oportunidad allá en Europa, Julieta. ¿Crees que me gusta ver a mi hija desperdiciando su potencial? Eres una buena fotógrafa y estás aquí cubriendo fiestas de cuarta.

Intento controlar las ganas de gritar, no es la primera vez que me dice esto, pero tampoco puedo comportarme como una niña cuando ya soy una adulta y estoy viviendo en su casa, por lo que respiro profundamente y cuento hasta diez antes de volver a hablar. De todas maneras, mamá se esmera en hacerme sentir mal, inferior, y pierdo la paciencia demasiado rápido.

—¡La muestra fotográfica fue un horror! —exclamo, harta— Lloré durante todo el tiempo que estuve allí, porque ellos decidieron ir en contra de mi elección de material exponiendo las fotografías de... de... él —un nudo en la garganta de pronto me impide hablar correctamente. Tal vez no he superado todo como suelo decir.

Lust for life Donde viven las historias. Descúbrelo ahora