Capítulo XXX - ¿Qué pasó anoche?

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¿Qué pasó anoche?


Seb —lo nombro en un susurro repetidas veces para que despierte, moviendo su hombro y escuchando de fondo los golpes en la puerta que me ponen cada vez más nerviosa, por lo que tomo una almohada y lo golpeo con ella.

Él se queja, mientras frota sus ojos despertando al fin.

Noto que se le dificulta poder concentrarse en lo que sucede a su alrededor, especialmente cuando echa un largo vistazo a mi cuerpo desnudo sin descaro alguno. Vuelvo a lanzarle otra almohada al rostro, mientras me levanto de la cama para comenzar a buscar mi ropa.

Parezco una loca caminando por todas partes intentando cubrir mi cuerpo, mientras Hanna parece querer derribar la puerta desde el otro lado comenzando a pronunciar palabras en su idioma natal.

No sé alemán, pero sé que lo que dice no son cosas lindas.

—¡¿Qué hacemos?! —le pregunto en voz baja, batallando para poder abrochar el cierre trasero de mi vestido, pero fallando en el intento.

Él se encoge de hombros, despreocupado— Nada, no hemos hecho nada malo.

Le lanzo una mirada de odio desde mi lugar, mientras corro a esconderme en el armario. Envuelta en la oscuridad del pequeño espacio escucho a Seb reír por mi acción a medida que camina a abrir la puerta sin nada de preocupación vistiendo la ropa que encuentra en el piso, mientras yo siento que quiero morir de la vergüenza, con mi dignidad asesinada en aquella cama, un dolor intenso de cabeza por todo lo que bebí y lo peor de todo, sin siquiera recordar cómo llegué hasta aquí. El tequila nunca me hace tomar buenas decisiones.

—¿Por qué no me abrías la puerta?

La voz de Hanna se escucha por toda la habitación, molesta. Las pequeñas rendijas del armario me dejan ver, aunque con dificultad, lo que sucede. Puedo ver a la mujer pasearse por toda la habitación buscando algo o a alguien y a Seb detrás pidiéndole que se detenga.

—Te vieron con una chica anoche, nadie la reconoce aún, pero yo reconocería a esa en cualquier lugar. ¿En dónde está Julieta?

Llevo mi mano hasta mi boca para evitar hacer un ruido que pueda delatarme ante la sorpresa de su pregunta.

—No está aquí —miente él.

Ella resopla deteniendo su paso cerca del armario. Dejo hasta de respirar para que no sepa que estoy escondida a centímetros de su cuerpo.

—Los vieron, ¿en serio no puedes alejarte de esa mocosa?

—No me parece bueno tener esta conversación ahora —habla él— Vete a tu habitación, hablemos más tarde.

—¡No quiero hablar después! Respóndeme, ¿era ella?

Lo veo titubear por un momento, lanzando una mirada hacia el armario en el que estoy escondida, como si quisiera decirle que está en lo correcto, pero se detiene.

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