Capítulo XXVI - Es fácil ver el amor

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Es fácil ver el amor


No alcanzaré a llegar a tu fiesta, preciosa, lo siento —escucho la voz de Seb disculpándose desde el otro lado del teléfono.

Mentiría si dijera que eso no me entristece, sin embargo, comprendo que está fuera de casa por aquella propuesta de trabajo que cada vez parece más cerca de aceptar. No puedo pedirle que deje todo sólo por mí.

—Lo entiendo, Seb, no te preocupes.

Lo escucho suspirar, cansado. La verdad es que las últimas semanas han sido algo complejas. No sé que suceda realmente, sin embargo, ha estado algo distante, concentrado en sus pensamientos. No he querido indagar más en ello ya que parece querer resolverlo solo, pero eso no quiere decir que no me preocupe.

—Prometo compensarte todo, ¿sí? Te amo.

Acto seguido corta la llamada, dejándome atónita.

¿Dijo que me ama? Ay, no. Tal vez me lo imaginé. ¿Ahora cómo se supone que seguiré respirando con normalidad sabiendo que tal vez dijo esas palabras tan importantes? No las habíamos dicho antes.

Pienso en marcar su número y preguntarle si es cierto que dijo aquello, pero no quiero quedar en ridículo, ¿y si sólo escuché mal?

Suspiro, intentando calmarme y esperar a que llegue de su viaje para hablar las cosas de frente.

Al fin es mi cumpleaños y es mi fiesta favorita de toda la vida. El hecho de recibir regalos, el pastel, que toda la atención se centre en mí y las infinitas muestras de cariño me hacen la persona más feliz del mundo, sin embargo, este cumpleaños sin mi familia cerca y además lejos de Seb, no me parece tan emocionante. Lo peor de todo es que la fiesta ya está planeada y a pesar de que mis ánimos no están muy bien, no puedo tirar todo a la basura, especialmente con todos aquí en casa tan emocionados. Si hasta convencimos a Gertrudis de comprarse un disfraz y así cumplir con la divertida temática de la fiesta.

Aún faltan algunas horas para que lleguen los invitados, por lo que con lo que me queda de tiempo aprovecho para continuar con mi búsqueda de las fotografías perfectas. Me quedan pocos días para enviar mis propuestas y ha sido una de las tareas más difíciles que he hecho en cuanto a la exposición, ya que debo escoger un tema en específico y soy demasiado autocrítica en cuanto a las imágenes que he tomado.

—¿Qué haces Julieta?

La voz de Matilda resuena por toda la habitación una hora más tarde, mientras me encuentro sentada en el piso intentando descifrar mis mejores fotografías. Tenerlas físicamente frente a mi me ayuda aún más a poder escoger correctamente.

Le explico la situación rodeándola con mis brazos apenas se sienta frente a mí en la misma posición en el piso. Su cabello luce completamente desordenado, por lo que aprovecho de trenzarlo como una forma de relajarme, mientras ella echa un vistazo a todas las fotos que nos rodean.

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