Capítulo III - Autodestrucción

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Autodestrucción

Sinceramente creía que este trabajo sería simple, que sólo tenía que jugar y entretener a dos niñas pequeñas, sin embargo, me siento al borde de la desesperación al observar el cuerpo de mi jefe sobre su cama totalmente enfermo, temblando por el frío causado por su irresponsabilidad y a pesar de haber tomado una ducha caliente al llegar para regular su temperatura. Me encuentro sola mientras Mick descansa un poco, ya que viajó varias horas para llegar hasta aquí y se encuentra muy cansado, de todas maneras dijo estar atento a cualquier cosa.

Reviso mi teléfono, inquieta, alternando la mirada desde el aparato hasta Sebastian que no hace más que murmurar palabras sin sentido y quejarse, aparte de la hipotermia tiene una borrachera que no lo deja ni mantenerse en pie. Me siento a un lado suyo en la cama y me sorprende lo caliente que se siente su cuerpo. Toco su rostro con el dorso de mi mano y siento quemar su piel, además de ver el sudor que cae desde su frente como si estuviera dentro de un horno.

Esto no es nada bueno.

Me dirijo al baño para buscar una toalla y empaparla con agua fría, necesita bajar la fiebre. Vuelvo a la habitación y escucho un gemido de dolor de su parte al sentir el frío de la tela de algodón sobre su piel ardiente. No paro de preguntarme hasta dónde quiere llegar con todo esto. Es un hombre exitoso, sí, tiene problemas, pero, ¿quién no los tiene? Tiene mucho más de lo que cualquier otra persona que conozco y aún así ante el primer problema se lanza al vacío. Tal vez esté mal pensar así, todos somos distintos, sentimos distinto, pero a veces tenemos que sacudirnos las tristezas y seguir adelante, el show debe continuar.

Lo escucho murmurar el nombre de su ex esposa una y otra vez, desesperado. Me duele notar lo que se puede sufrir por amor, lo he sentido así también, lo entiendo, pero él lleva demasiado tiempo intentando autodestruirse.

—Señor, ella no está.

Por primera vez desde que llegamos, él abre los ojos. Le cuesta enfocar la vista en mí por unos segundos y cuando lo hace me cuesta descifrar lo que me quiere transmitir: ¿Sorpresa, molestia?

—Pensé que ya te había despedido —murmura arrastrando las palabras debido a todo el alcohol acumulado en su cuerpo. Sus ojos se ven completamente oscuros, dilatados.

—Pues no, no lo hizo.

—Iré a buscar a Hanna, ¿en dónde está?

Hace un ademán de levantarse pero le cuesta demasiado, el temblor en su cuerpo por la fiebre le impide hacerlo. Me acerco a él para evitar que salga de la cama, si lo hace podría caerse y golpearse la cabeza.

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