Capítulo final: II

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Este es el otro final. Ustedes deciden cuál es el canon jaja.

Gracias personita que llegó hasta aquí.

Tiempo, curioso tiempo

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Tiempo, curioso tiempo

Michael, ¡bájate de ahí! —exclamo, molesta— ¡Es la quinta vez que te lo advierto!

Mi hijo me observa a la distancia con los preciosos ojos azules que heredó de su padre, extendiéndome una sonrisa inocente con la que sabe podrá manipularme. Todos decían que sería el niño más tranquilo del mundo porque así era Mick a su edad, pero no, a sus tres años mi pequeño es un terremoto andante.

—Estoy aburrido, mami —se queja con su dulce voz, llegando a mi lado mientras termino de peinar mi cabello frente al espejo. En este momento me arrepiento de no haber aceptado la ayuda que me ofrecieron en preparación de esta fecha tan importante— ¿Te falta mucho?

Niego con la cabeza, feliz de terminar al fin de ondular el último mechón de cabello. Le doy un último vistazo a mi look de hoy y me giro en dirección de mi hijo para acomodar la chaqueta de su traje a la medida que tanto insistieron que debía usar.

—Ya podemos irnos.

—¡Sí! —celebra, dando saltos a mi alrededor.

Sostengo su mano con fuerza antes de salir de casa, mentalizándome. Será un día ajetreado y tener un niño con su nivel de energía no será nada fácil.

Me despido del conductor que envió Corinna por nosotros y vuelvo a advertirle a Michael las consecuencias de que se comporte mal en este momento tan importante. Él sólo asiente y me sonríe como si en realidad fuera un angelito caído del cielo. Dios, son incontables las veces en que se ha metido en problemas por sus travesuras.

—¡Papá! —grita Michael, soltándose de mi agarre para saltar a los brazos de su padre que luce demasiado apuesto con aquel traje azul marino que combina a la perfección con el de nuestro hijo.

Nuestro hijo.

Dios.

Ya tiene tres años y aún me emociona saber que hicimos un niño tan precioso.

—Te ves hermosa —me dice Mick, besando con cariño mi mejilla apenas llego hasta ellos— Pensé que te habías arrepentido y no llegarías.

—Eso jamás —respondo, ofendida por su suposición. Estuve esperando este momento desde hace mucho, a pesar de todas las cosas que tuve que hacer, a pesar de todo el ajetreo estoy tan emocionada por esto como todos.

La iglesia se alza frente a nosotros con su fachada elegante, mientras todos, o al menos la mayoría de invitados están ya sentados en sus respectivos puestos.

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