Capítulo XV - Los abuelos Schumacher

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Los abuelos Schumacher


Qué lindo vestido —dice Mick tocando la falda de mi largo vestido verde oscuro, mientras está recostado sobre mi cama esperando que termine de observar mi reflejo en el espejo de mi habitación. Parece un niño, hipnotizado con la tela de mi ropa, aburrido de esperar que termine de arreglarme.

No puedo creer que haya llegado el día de conocer a los abuelos Schumacher. Dios mío. Nerviosa, observo la apertura en la pierna que deja ver un poco de mi piel, pensando si es adecuado para la cena a la que nos invitaron en su propiedad aquí en Suiza. Una de las tantas, de hecho.

—Debemos pensar en una manera de terminar esto, Mick —le digo, girándome hacia el. Sus ojos azules se posan inmediatamente sobre mí, intentando concentrarse y dejar de tocar la tela de mi vestido que tanto le gustó— Ya nisiquiera recuerdo todas las mentiras que hemos dicho.

Me lanzo en la cama a un lado de él, intentando no arrugar mi vestido. Llevo mis manos hacia mi rostro, preocupada por la situación.

—Tranquila, esto será lo último, lo prometo —me dice, quitando mis manos de mi rostro y ubicándose de costado a un lado mío para observarme mejor.

—¿Y si me odian? Soy latina, los alemanes han hecho cosas feas...

—¡Julieta! —me regaña, ofendido por mi comentario con los ojos muy abiertos, espantado.

—¡Lo siento! —me disculpo, riendo por su expresión— Tenía una profesora en la escuela que siempre nos hablaba de ese tema y de pronto lo recordé.

Mick niega con la cabeza, divertido de igual manera por mis tonterías y se levanta de la cama luego de ver la hora en su reloj— Vámonos, es tarde.

Sacude su ropa antes de tomar mis manos y levantarme de la cama. Tomo mi bolso antes de salir de mi habitación, regañando por tener que hacer esto nuevamente. Me despido de todos en casa, las niñas no están por lo que es fácil salir sin que Matilda llore porque quiere ir conmigo. Agradezco que Seb tampoco esté por aquí. Las sensaciones a flor de piel ante su presencia son cada día peor.

Mick abre la puerta del copiloto para ayudarme a subir a su auto cuando veo a Sebastian volver de hacer ejercicio. ¿Por qué tiene que verse tan bien? Escucho a mi amigo quejarse por la presión que hago en su mano al ver a Seb tan atractivo. Apenas nos ve a la distancia se acerca a nosotros. Tiene una expresión seria en su rostro a pesar de lo mucho que le gusta ver a Mick. Se seca el sudor del rostro produciéndome al menos tres infartos con la acción, por lo que tengo que poner todo mi esfuerzo en actuar como si nada pasara.

—¿Otra vez de paseo? —pregunta, sonriendo. Puedo escuchar ironía en su voz mientras posa su vista sobre mí.

Mick palmea su espalda antes de subirse al automóvil— La traeré de vuelta temprano. La casa de mis abuelos no está tan lejos.

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