¡Un Forastero!

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Una horda de zombis deambula por una carretera, caminando y arrastrándose en grupo como si un ganado de vacas se tratara, olfateando el olor a carne con su piel verdosa con una expresión hambrienta y desganada, ya que no han comido en días, después de todo.

Entonces una caballada con sus jinetes aparece con sus armas levantadas, estos golpean a los zombis que deambulan e intentan atacar a sus corceles, golpeándola hasta que caigan al suelo.

Una horda de zombis se amontonan para dar caza a los caballos, estos deciden juntarse para huir, corren un par de metros hasta ver una entrada, sin dilación entran por la puerta, para esta cerrarse apenas el último jinete entra.

Los zombis se reúnen para dar azotes a la puerta, por suerte está blindada así que está no cederá, al menos no por ahora. El pelinegro se bajó del caballo para hablar con alguien, una persona que porta el uniforme que sus soldados.

—Señor Edgy, gracias por haber venido al bastión sureste. —expresó el sujeto llevándose su mano a la frente—. Ah sido difícil manejar al sujeto.

—Hemos venido tan rápido como sea posible. —expresó Edgy devolviéndole el saludo—. ¿Dónde está el tipo que querían matar? —cuestionó.

—Logramos sacarlo apenas, uno de los nuestros perdió su arma. —afirmó mientras caminan a una bodega—. La gente no se tomó bien sus palabras. —agregó mientras se detienen frente a una puerta.

—¿Por qué lo trajeron aquí?

—Afirmaba cosas sobre unos tipos viniendo a matarnos. —explicó el soldado mientras ve a su grupo, el cual parece enojado mientras los ven a ambos—. Tanto el pueblo como nuestro personal está algo inquietó. —afirmó el soldado sonando fatigado, entonces baja la cabeza—. Lo último que queremos escuchar es que nos van a matar.

Al pelinegro suspira—. Por favor, no es como si uno de ustedes hubiera muerto. —comentó, haciendo que el soldado se detenga—. ¿Mmmmm? ¿qué pasa? —dice confuso, entonces se da cuenta—. ¿En serio? ¿cómo fue que pasó? —cuestionó preocupado.

—Al parecer lo envenenaron. —expresó el soldado cabizbaja, entonces levanta la mirada con enojó—. Lo peor es que el parecía saberlo.

Tales palabras ponen en alerta a Edgy—. ¿Que? No estaba enterado. —afirmó sorprendido.

—La noticia es reciente.

A pesar de eso, el pelinegro siente que se desvía—. En cuanto a este ¿intento agredir a alguien? —preguntó Edgy nuevamente, tomando de la espalda su lanza—. ¿O matar? bueno, además de que sabía eso.

—No, no hizo eso.

El pelinegro arqueó una ceja viendo al sujeto—. Así que hay algo raro. —afirmó viendo la mano del soldado temblar—. Vete de aquí, encuentra el arma. —expresó el pelinegro para que el soldado de inmediato se fuera.

Entro a la bodega, siendo lo primero que ve es un corredor que tiene al final otra puerta. Al entrar a la siguiente habitación ve a una persona sujetada en su asiento.

—Asi que fuiste tú quien nos dió problemas. —dijó Edgy viendo al sujeto de espaldas, entonces reconoció la bandana roja del sujeto, eso lo hizo sonreír—. Ja ja ja, es un gusto verte. —afirmó cortando las sogas que sujetan al tipo de la bandana—. Julián Asrieru. —nombró mientras guarda su arma.

—Cuando mi visión se había nublado, supe que solo podría tratarse de ti. —afirmó Julián acariciando sus manos—. Edgy Santiago. —agregó volteando a él, pero parece impresionado—. ¿Y las chicas?

El de la lanza dorada se confunde mientras toma una silla—. ¿Mmmm? ¿de que chicas hablas? —preguntó el pelinegro sentándose frente a él.

—Les dije a dos de tus aliadas que te encontrarían aquí. —expresó señalando con sus dedos el suelo—. El bastión suroeste. —responde Asrieru algo nervioso—. Para que se encontraran contigo.

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