CAPITULO 19: TRATADO

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Hasta ese día había llegado mi amistad con Brando, un gran amigo, por no decir el único que tenía, lo había perdido, era verdad los verdaderos amigos nunca existen.

Victoria, la sirvienta que me llevaba de comer me llevó la comida, era lo mismo, excepto por el panqué de chocolate, la hora de comer ya había pasado pero como Brando fue a visitarme no me la pudieron llevar antes. Devoré todo muy rápido y después de un tiempo me paré a hacer ejercicio, el medico Roosvelt me dijo que podría hacer el ejercicio que yo quisiera pero que luego descansara para que no se abrieran de nuevo mis heridas, pero sí iba a ser un guerrero tenía que estar en forma, primero sentadillas, luego lagartijas.

—Eso que haces te va a servir mucho hoy en día, el ejército requiere hombres fuertes no chicos desnutridos—me dijo una voz que apenas pude reconocer.

—Lo sé—respondí a la voz que había escuchado.

Me puse de pie y vi quien era. Otro guerrero. Enserio estaban muy entusiasmados conmigo para que varios fueran a verme. Néstor estaba sentado en la cama y yo ni siquiera había visto cuando él entró, estaba tan concentrado haciendo los ejercicios que no había notado su presencia.

—Aquella noche no tuvimos una presentación normal. Néstor Deming—dijo él dándome la mano.

—Chris...

—Howell, lo sé ya eres toda una leyenda al igual que tu padre, es más, todos los guerreros quieren conocerte.

Un preadolescente con apenas doce años de edad que salvó a los guerreros de Slave's Village, nunca me lo hubiera podido imaginar. Cada vez estaba más cerca de poder ser un guerrero. Alice sin duda sería igual que yo, era lo que necesitaba para mejorar lo que quedaba del día.

—Es una gran espada, es tuya verdad.

—Así es.

—Me gusta, lástima que no es de mi utilidad. Mis armas son las hachas, esas sin son armas. Bueno yo solo vine a presentarme y a decirte que parece ser tendrás muchas visitas.

—Gracias por avisarme.

—De nada, por cierto me contaron que te va entrenar Nahúm, en verdad era mucha mejor elección Ulises, créeme él me entrenó a mí y mírame ahora. Te dejo, sigue haciendo ejercicio eso te ayudará mucho.

Néstor era un joven de veintidós años, alto, atlético, ojos azules y cabello castaño. Como él me dijo su arma favorita son las hachas, pero manejaba todo tipo de armas, él se convirtió oficialmente en guerrero a los dieciocho junto a Yadira.

Por la noche comencé a recibir más y más visitas y algunas llegaban con regalos para mí. Yadira llegó con un par de zapatos nuevos que me quedaban chicos, Cándido con una botella de vino que hizo que nos tomáramos, Kenya con un suéter de lana, Félix con las manos vacías, Graciela con un montón de panqués que yo detestaba y se los tuve que aceptar.

Eran ya altas horas de la noche y yo no podía dormir, mi madre no había ido a verme desde la mañana cuando salió en un mar de lágrimas, sé muy bien que mi decisión le dolió en el alma, pero yo no podía hacer nada.

La cena se había enfriado, lo mismo que en la mañana y en la tarde, pierna de cerdo bañada en salsa y una desabrida agua de melón. Alice me preocupaba, su padre la habría regañado por llegar tarde a su casa o habría pasado algo peor.

Cerré los ojos pero no podía dormir, tantas cosas en un solo día, la espada de mi padre, la noticia de Aldrick, la noticia que Néstor me había dado, los regalos que me habían dado, incluso los panqués de Graciela no me dejaban dormir.

Estuve contando los minutos que pasaban hasta que me quedé dormido, cuando me desperté me encontré con el doctor Roosvelt.

—Buenos días Chris ¿cómo te sientes?—me preguntó.

Mi Vida Por La TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora