CAPITULO 23: CALABOZOS

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-Bien hecho Alice, que te dije. Ese consejo te va a servir mucho cuando estés en las guerras ya lo verás-dijo Bill con admiración.

Al dar el mediodía el entrenamiento llegó a su fin y los tres aspirantes nos preparábamos para partir, ese día había sido muy duro el entrenamiento para mí, solo quería llegar a la casa donde vivía y acostarme a descansar un buen rato mientras Úrsula me llevaba una rica merienda como las que ella solía preparar y después iría a visitar a mí padre, pero no sé cómo Chris hizo a para convencerme de ir al bosque. Así que antes de partir a ese lugar fui por mi bolsa que la había dejado junto a la de Jackeline.

-Me sorprendiste Alice y... perdón si te molesté con lo de hace un rato, fui muy grosera contigo lo dije porque en realidad estoy celosa de lo que tú y Chris tienen, él te ama y sé que tú a él, su amor es verdadero y eso se nota claramente, aparte él es muy guapo así que si yo fuera tú me cuidaría de todas esas tipas que andan tras él. Amigas-me dijo Jackeline dándome la mano.

-Amigas-le dije dándole mi mano. -Y no te preocupes por todas esas tipas, tengo una amiga que es muy buena con las armas y que seguramente las golpeará.

-Enserio ¿Quién?

-Tú-le dije riéndome.

-Me comienzas a caer bien niña.

-Tú también.

Al salir de la casa de Nahúm, Chris y yo nos despedimos de Jackeline y ambos nos dirigimos al bosque, pasamos por la casa de Chris y tomamos dos cuerdas para que pudiéramos bajar. Como cada frío diciembre el árbol de mi madre perdió la mayoría de sus hojas y solo se veían las ramas gruesas que salían del grueso tronco, seguimos caminando atamos las cuerdas a nosotros y bajamos. El paisaje del bosque era sombrío y oscuro sentí una sensación extraña cuando pisé la nieve que cubría por completo el lugar.

-Qué te pasa Alice, te encuentras bien-me preguntó Chris asustado.

-No te preocupes solo me mareé-le dije para no angustiarlo.

Seguimos avanzando y cada vez hacía más frío, el arroyo estaba completamente congelado, del campo de girasoles que había encontrado no quedaba nada, Chris y yo seguimos caminando tomados de la mano y luego nos sentamos a descansar en los huesos del animal al que los bidentes devoraron, comenzamos a abrazarnos el uno al otro y me encantaba, sentía su corazón su respiración su todo. Nos levantamos y fuimos al arroyo, este estaba muy resbaloso y ambos patinábamos hasta caer, yo reía, él reía, mi felicidad casi era completa si no fuera por la visita que haría a mi padre.

El bosque era hermoso, había pequeños animales llamados conejos, con largas orejas, colores varios y muy veloces, pero lo que más me llamaba la atención era unas colinas que sobresalían a lo lejos del bosque. Siempre he sido una persona muy curiosa y eso sí que no podía pasarlo por alto.

-Te gustaría ver qué hay allá verdad-me dijo mientras sostenía mis manos y dábamos vueltas en el arroyo congelado.

-Siempre he tenido curiosidad por ver lo que nos prohíben-le dije con una sonrisa enorme.

-Veo que eres muy curiosa Alice Garreft.

-Comienzas a conocerme mejor Chris Howell, qué crees que haya allá.

-Más reinos seguramente, por eso Aldrick ha pedido que no vallamos más allá de las colinas, o es eso o habrá algo que no quiere que nos enteremos-dijo él con una voz misteriosa.

-No lo sé Chris, pero me gustaría averiguarlo.

-Alice, ya es tarde y tienes que visitar a tu papá, hay que regresar.

-Es verdad, lo había olvidado, regresemos.

Chris me tomó de la mano y fuimos corriendo por las cuerdas que estaban colgando donde las habíamos amarrado. Comenzamos a trepar y las manos me ardían por la temperatura del lugar, noté que a Chris le pasaba lo mismo porque con cada paso que dábamos poníamos una cara de dolor. Subimos toda la colina y seguimos avanzando para llegar al castillo.

Mi Vida Por La TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora