CAPITULO 2: GUERREROS

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Cuando escuché esas palabras, sentí que volaba en el infinito tomado de la mano de Alice.

— ¡Alice!—un grito nos hizo regresar a la normalidad— ¡Alice, donde diablos estás!—sin duda esa era la voz del sr. Garreft, si quería seguir con vida tenía que salir de inmediato de ese lugar (estaba muy oscuro y no se podía ver nada).

Alice comenzó a asustarse al igual que yo así que nos despedimos.

—Nos vemos pronto Chris—dijo Alice un poco asustada por la próxima presencia de su padre.

—Claro que si—la observé durante cinco pero agradables segundos y decidí darle un beso en la boca, ese fue nuestro primer beso, fue hermoso para los dos—te amo—le dije

—Yo igual—dijo Alice con dulzura—ahora vete si quieres seguir vivo.

Salí corriendo del lugar cuando vi una antorcha que se nos acercaba, corrí hasta esconderme en un arbusto cercano y pude observar como el sr. Garreft iba contra Alice.

— ¿¡Dónde demonios estabas Alice!?—dijo el sr. Garreft dándole una bofetada a Alice.

—Papá per...—apenas pudo terminar la palabra cuando recibió un segundo golpe.

Justo cuando Garreft volvió a golpearla sentí que tenía que acabar con él, defenderla de quien fuera, aun si fuera su propio padre. Estuve a punto de salir del escondite y tratar de defender a Alice pero pensé que si hacia eso le iba a ir peor a Alice e incluso a mí.

De repente di un paso hacia atrás y resbalé, rodando por una gran colina que se encontraba detrás de mí, di un pequeño grito ahogado cuando deje de caer y me di cuenta de que me había fracturado la rodilla y tenía todo el cuerpo raspado y lleno de lodo, por fortuna estaba vivo ya que por un segundo casi me fracturaba el cuello, me quedé tirado en el pasto observando el lugar donde estaba, a unos metros de mi había un pequeño arroyo, luego más y más árboles, además las estrellas brillaban y la luna llena era resplandeciente, estuve así cuarenta o cincuenta minutos; pensando, pensando en el dulce beso que Alice y yo nos habíamos dado, fue nuestro primer beso, estaba muy feliz.

— ¡Ah!—un grito de agonía me despertó, traté de levantarme pero era inútil, así que solo me arrastré hacia un matorral. —¡Ah!—otro grito, pero esta vez más cerca, levanté mi cabeza y pude ver como un hombre iba corriendo hacia mí, tenía un aspecto raro, mejor dicho ridículo, uniforme café y un casco con apariencia ovina, de hecho no iba hacia mí, sino que huía, huía de algo o más bien de alguien. El hombre cayó en el pequeño arroyo, muerto, con una lanza clavada en la espalda.

Una sensación de huir se apoderó de mí de inmediato justo cuando vi a tres personas acercarse al cadáver, apenas pude verlas a través del arbusto; llevaban armas; quienes son, pensaba, una de ellas se acercó a aquel hombre y le quitó aquella lanza que le había arrebatado la vida.

Era una mujer, el asesino de aquel hombre era una mujer, las tres personas (dos mujeres y un hombre) estaban tan cerca de mí, que podrían acabar conmigo de un solo golpe.

Los tres llevaban uniforme verde oscuro y botas negras, la mujer, sí, la que mató a aquel pobre hombre, aparentaba unos cincuenta años ya que tenía pocas arrugas y su cabello era un poco canoso, pero casi todo era negro y chino. El hombre que las acompañaba sacó una lámpara de queroseno y hasta ese momento pude reconocer las caras de los grandes guerreros de Slave's Village (aldea de esclavos, nada menos) que tenía delante.

Josefina, la mujer que aparentaba cincuenta en realidad tenía sesenta y dos, ella se volvió parte del ejército cuando tenía dieciocho y hasta la fecha seguía perteneciendo, su arma favorita era la lanza(de ahí de haber matado a aquel hombre).

La otra mujer llamada Kenya, tenía veintisiete años, su cabello era hermoso, un tono café (más bien naranja), su piel era muy blanca; se unió al ejército a los diecinueve.

Nahúm, el hombre, de unos veintiocho, tenía el cabello oscuro y corto con un tono azulado a la luz de la luna, era todo lo contrario de su compañera, alto, piel oscura, él fue coronado como guerrero a los veinte junto con Kenya.

Esas personas eran unos magníficos guerreros y yo me encontraba a su merced, el miedo se convirtió en admiración, así que muy silenciosamente empecé a pedir ayuda, ellos me escucharon y fueron rápidamente hacia donde yo estaba.

— ¿Oye chico estás bien?—dijo Kenya.

—Este no es un lugar para niños—exclamó Josefina.

—Lo siento, es que resbalé y caí, ¿me podrían ayudar?— pregunté.

—Claro hijo—dijo Josefina.

—No podemos hacer nada por él, estamos en guerra Josefina, lo olvidas—exclamó Nahúm.

—Claro que lo ayudaremos Nahúm, él podría ser un guerrero algún día.

Mi Vida Por La TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora