Capítulo 6

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Hyung Sik observaba con frialdad, relamiendo sus labios al ver a su joya dedicarse por completo a que su nuevo accionista disfrutase. Amaba demostrarle a todos que el cuerpo de Taehyung le pertenecía, que podían fantasear, mas jamás podrían siquiera rozarlo. Taehyung era suyo y era capaz de todo por el pelirrojo. Inhaló y exhaló repetidas veces, controlando las ganas de reventar a aquel cerdo que gemía desesperado por su joya, sabiendo que no debía permitir que una reacción visceral provocara una pérdida para su negocio.
Se relajó, confiando en la eficiencia del pelinegro que seguía apuntando a su accionista. El cañón de su arma se mantenía fijo contra la sien de aquel hombre, recordándole la única regla que debía seguir dentro de esa oficina. Los gemidos de Taehyung se mezclaban con los de su cliente, quien se masturbaba ante lo que fuese estuviera haciendo el pelirrojo frente a él, mas sus ojos estaban por completo enfocados en su trabajo.
Sus músculos estaban demasiado tensos ante la imagen de aquel tipo, pero su atención nunca abandonó al hombre, pues ése era el peligro para Taehyung. Si Hyung Sik permitía que otros fantasearan de manera enferma y morbosa con su joya, él debía mantenerlos a raya y evitar que pudiesen concretar lo que fuese cruzara por sus mentes al ver al pelirrojo.
Sin embargo, el tipo no pareció entender la regla de oro de Hyung Sik; pudo culpar al deseo enfermizo, pero aquel acto sólo podía ser clasificado como una estupidez. El pelinegro lo vio levantarse, sus dedos estirándose en dirección al pelirrojo con lujuria, dispuesto a tomarlo a la fuerza de ser necesario.
Estaba rompiendo las reglas y antes de siquiera alcanzar a pensarlo, su dedo presionó el gatillo de su arma; vio la sangre salpicar cuando su cabeza recibió el impacto, sus oídos resintiendo la fuerza del único disparo que necesitó para detenerlo resonando en el interior de la oficina.
Por un momento, la oficina quedó en un silencio sepulcral, el cual sólo fue roto por la estruendosa carcajada de Hyung Sik.
— ¡Acabas de reventarle la cabeza de un puto disparo! —gritó entre risas, caminando hacia el cuerpo que ahora yacía sobre una posa de sangre y pequeños restos de masa encefálica, pateándolo con
diversión.
Jungkook bajó su arma, observando con asco el cuerpo sin vida a sus pies, alzando su vista hacia Hyung Sik luego. Su jefe se veía tan jodidamente emocionado ante la escena que era imposible no sentirse asombrado por ello... Entonces, se permitió mirar al pelirrojo por fin, mismo que se encontraba estático en su lugar, cubriendo su cuerpo con su propia camisa y con la mirada fija en el cuerpo del hombre.
—Iba a tocarlo... —Jungkook musitó, sin poder creer aún lo fácil que fue terminar con la vida de aquel tipo en el momento en que intentó tocar a su protegido—, mi trabajo es evitar que lo toquen...
Hyung Sik se acercó, sosteniendo el rostro de Jungkook entre sus manos y besando su frente.
—Vales cada puto peso... ¡Mataste al hijo de
puta que quiso tocar a mi amado Taehyung! Me siento tan feliz... ¿Puedes verlo ahora, bebé? ¡No hay alguien mejor que tu puto niñero para protegerte!—dijo extasiado. Taehyung respiró profundo, tomando su ropa para vestirse en silencio y saliendo de la oficina sin siquiera mirar a los dos hombres. Hyung Sik sonrió, pateando otra vez el cuerpo inerte—, ve con mi joya y cuida de él; supongo que debe sentirse algo molesto por la forma tan violenta de acabar su presentación. Ahora debo encargarme de este desastre...
—Sí, Señor— respondió de forma apática y enfundó su arma al fin.
No tenía algo de lo que arrepentirse. La orden de Hyung Sik en cada muestra era clara... Su trabajo era proteger a Taehyung de cualquier peligro, mas no estuvo seguro si aquel asesinato podía justificarse de aquella forma.

[...]

Una amplia sonrisa tiró de sus labios cuando lo vio acercarse. Sus brazos rodearon su cuello, correspondiendo sin tardar aquel beso y deseando poder extenderlo por mucho más tiempo. Ni siquiera la lluvia que caía sin tregua sobre ambos, empapándolos por completo, parecía importar. Daba igual, porque estaban juntos y con eso bastaba, como siempre.
—Debemos buscar un lugar donde pasar la noche—. Musitó contra sus labios, sonriendo ante la sensación cálida que se extendió por su cuerpo; oleadas de afecto que sólo volvían cada momento uno especial para ambos.
Sonrió, moviendo su nariz contra la del castaño que ahora sostenía su cintura con cuidado de no lastimarlo.
— ¿Es que ya no te agrada nuestro palacio bajo el Yanghwa? Creo que es lo más romántico que pudiste darme. Sexo bajo las estrellas... O bajo la lluvia, ¿No lo crees?— dijo con diversión, arrancando un suspiro lleno de cansancio por parte del chico que seguía abrazándolo, moviendo suavemente sus dedos sobre la tela mojada que se apegaba a su cuerpo.
—No es divertido —replicó, pese a que agradecía la forma en la que el pelirrojo intentaba no hacerlo sentir culpable por toda aquella situación—. No me agrada tenerte bajo la lluvia, Taehyung. No se suponía que iba a ser así, amor. Deberías tener todo y más... Te saqué de ese puto infierno para que fuéramos felices y en cambio... En cambio,
sólo puede tenerte aquí...
—Tú no me sacaste. Yo decidí que no quería tener más esa vida de mierda... Estamos juntos, Minjae-ssi. Yo decidí que estar contigo era mejor que todo aquello.
Vio la culpa en sus ojos, por lo que sostuvo su rostro entre sus manos con afecto, besándolo una vez más con lentitud y tomándose todo el tiempo necesario para tranquilizarlo, como cada vez que el castaño parecía decaer en su ánimo. Minjae tenía que comprender que ambos habían decidido y no debía sentirse agobiado por culpa y arrepentimiento. Estaban juntos y eso era lo único que debía importar.
—Deberías tenerlo todo, Tae... —susurró contra sus labios, odiando la forma en la que el cuerpo del pelirrojo temblaba ligeramente por el frío.
— ¿Estás ofreciéndome el mundo, Minjae-ssi? —habló con calma, con todas sus emociones arremolinándose ante la cercanía de la única persona que importaba en su vida.
—Sí, quiero darte todo el puto mundo —respondió con una sonrisa cansada.
Rió, abrazándolo de forma efusiva. Las manos de Minjae se cerraron con más fuerza en su cintura, contagiándose de la risa de Taehyung. —No te arrepientas luego, Minjae-ssi.
Minjae asintió, hundiendo su rostro en el cuello del pelirrojo, sonriendo cuando los dedos de Taehyung acariciaron lentamente su cabello empapado. —Nunca. Nunca podría arrepentirme contigo a mi lado.

UNTOUCHABLE® [TAEKOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora