Un Cielo Azul. Capítulo 4

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Capítulo 4

La cara y el cuerpo del deseo...

*

Agoney llega a su piso. Su apartamento es el último del pasillo. Así lo quiso para poder montar su pequeño estudio en la habitación más pequeña que da hacia fuera y de esa forma no tener vecinos colindantes a los que molestar. Como un autómata abre la puerta introduciendo el código en el cerrojo electrónico #1810. Tal vez eso fue lo que le convenció cuando decidió alquilar en ese edificio nuevo. No tendría que usar llaves y no las perdería. Entra en la soledad de su casa, vacía, silenciosa. El recibidor, está levemente alumbrado por aquella pequeña lámpara de noche conectada al toma corriente a ras del piso, que también hace la función de aromatizante. Deja que sus ojos se adapten a la penumbra, recostado en la puerta. No es la primera vez que hace eso mismo. Por el mismo chico. El mismo día. Recuerda eso y sonríe. Varios segundos después, suspira profundamente. Reprime como puede sus morbosos y contradictorios pensamientos, que batallan entre el quiero y no puedo, hasta que encuentra un poco de calma y sosiego. Se dirige lentamente hacia el salón y allí se queda sentado a oscuras, en medio del sofá, recostado con la cabeza hacia atrás. Pensando...

No sabe cuánto tiempo ha pasado. Pero él sigue allí, en la misma posición. Sentado aun. No está triste. Pero se siente solo. Mira la hora en su móvil. Pasa de la 01:00 así que se va hacia su habitación, se desnuda del todo y se mete a la cama. Quiere dormir profundamente y despertar fresco, relajado. Mañana, tiene una junta de trabajo... Con Raoul...

"Raoul"

Piensa en él. Otra vez. Y otra vez su imaginación toma vida propia...

***

—Joder, Agoney. Me tienes el cerebro echando humo. Joder, joder, joder, ni siquiera Bobby en su mejor follada me puso así tan hot. Siento que se me parte la polla... ¡JODER! ¡Sal de mi cabeza Agoney!

Pero su deseo no se cumple. Raoul no puede dejar de pensar en lo que le sucedía a su cuerpo mientras Agoney le acariciaba una pequeña porción de su mano, tan solo con su dedo pulgar. Y su mente se nubla. De lo próximo que es consciente es, que está desnudo frente al espejo de su baño con su polla en la mano moviéndola arriba y abajo, masturbándose como si fuera un adolescente que ha experimentado su primera erección. Está rojo, sudando a mares, su cuerpo rígido, la respiración exageradamente alterada y escasa. Y en su mente, aquel rostro perfecto de Agoney que es, sin dudas, la cara del deseo, con esa barba cuidadosamente arreglada, ese pecho moreno que quisiera poder acariciar y esa boca, con esos labios sensuales y jugosos, que necesita hacer blanco de sus dientes y sus ganas. Agita su mano con más fuerza, aprieta sus pezones con la otra, se acaricia y estruja la piel de su abdomen y sus nalgas con furia y recuerda la perversamente "ingenua" malicia en los ojos negros de Agoney... Agoney tocando el piano... Agoney cantando... Ahhh... Joder, joder... Agoney y su maldito dedo pulgar acariciando su mano y ya no puede demorarlo más... Se corre gritando su nombre... ¡AGONEY!

—Puto Agoney de los cojones... Fuck! —Deja su cuerpo rodar hasta sentarse en el suelo del cuarto de baño—. ¡Qué desastre! —dice cuando aterriza del orgasmo tan salvaje que acaba de tener al ver cómo ha quedado todo.

Tiene que limpiar el espejo, el lavabo y hasta el piso.

"Madre mía, no recuerdo desde cuándo no me hacía una paja. Pero ha valido la pena. Esta, ha sido LA PAJA. La madre de todas las pajas y Amén" Piensa y ríe en voz alta sin parar, por un rato. Luego se calma. Se siente relajado y feliz.

—Creo que estaba necesitando un orgasmo así desde hace rato.

Sonríe, se levanta y se da una ducha rápida después de limpiarlo todo. Se mete a la cama con intención de dormir por varias horas seguidas, con su mente despejada y tranquila. Pero suena el móvil y tiene que ir a buscarlo allá, donde dejó sus pantalones en el suelo del baño. De momento se tensa pensando que pueda ser Robert, que de vez en cuando le llama tarde en la noche, a veces llorando, otras maldiciendo y gritando. Pero, no ha tenido valor aún de bloquearlo o cambiar su número. Encuentra el móvil al fin. Es Álvaro

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