Capítulo 4

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4-EL PACTO POR LA MANCHA ROJA

—¡Lo siento muchísimo!—Al levantar la vista, mi mirada conecto con la mirada de una chica preciosa.

Tenía unos cuantos mechones ondulados por su pelo y una mirada de ojos color miel. Me la imaginé sonriendo aunque era todo lo contrario a la cara que tenía, parecía preocupada.

—¡De verdad, lo siento muchísimo!—Al ver que estaba intentado limpiarme la mancha de la camiseta, me cogió de la muñeca y sacó un clínex de su bolsillo.

Empezó a pasarlo por la mancha roja, pero hizo todo lo contrario a limpiarla.

—Si tu plan es ensuciármela más, creo que lo estás consiguiendo—Subió la mirada a mi cara y se apartó bruscamente. Miró mi camiseta y después puso una mueca.

—Lo siento, pensaba...

—Déjalo. No pasa nada. La camiseta solo me ha costado cuarenta euros. Solo....—Puse una mueca triste y su preocupación subió a otro nivel más alto.

—¡Eso es mucho!—Me interrumpió—No sé, déjate que te la lave o algo.

—¿Qué? Tranquila no creo que haga falta que...

—Por favor. Dámela y... te la lavo.

Suspiré y me crucé los brazos—¿Es que quieres que me quite la camiseta aquí, en el comedor?—Alcé una ceja y noté como sus mejillas se calentaban—Bueno... yo creo que hay mejores maneras de pedirme que me desnude, sabes.

—¿Eh? Eh...no es por eso sabes...

—Ya, tranquila. Era coña—Sonreí—Si quieres podemos quedar esta noche en la cancha de fútbol que está aquí al lado, la del Barça.

—¿Sabes que hay mejores maneras para ligarte a una chica, no? Mi punto fuerte no es el fútbol.

Menudo zasca, chaval

Me acababa de enamorar por primera vez en la vida, sin duda. Y mira que solo había dicho una frase.

Al ver que no decía nada, puso una sonrisita burlona.

—Era broma, sé que es para que me des la camiseta.

—Uf, ya me había asustado—Bromeé y volvió a sonreír—Oye, que no hace falta que me la laves ehh. Pero...bueno pues ya nos....

Iba a terminar la frase hasta que vi que la chica había desaparecido de mi punto visual. Vale, esto había sido muy raro.

Con la camiseta con una mancha gigante de tomate, cogí el móvil tirado en el suelo y volví a la mesa donde estaban los demás. Los que nada más mirarme la camiseta, empezaron a reírse como si nunca se hubieran reído en la vida.

—Pero bueeenoo.... no sabíamos que había una guerra de comida, haber avisado muchacho—Dijo Ferran señalando mi camiseta.

—¡Madre mía! No sabía que Calvin Klein había sacado nuevo modelo de camisetas—Pedri le chocó la mano a Ansu y siguieron riéndose de mí.

—Venga ya, fuera coñas. ¿Qué te ha pasado?

—Nada, que una chica sin querer se ha tropezado y me ha tirado su plato de macarrones.

—Se habrá impresionado de tanta belleza—Bromeó Ferran.

—Y después de decirle de quedar desapareció.

—Pues la habrás espantado de lo feo que eres. No me sorprende—Ferran siguió riéndose como si no hubiera un mañana mientras yo abría mi natilla de chocolate.

𝐘𝐄𝐋𝐋𝐎𝐖 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒 | Pablo Gavi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora