Capítulo 1

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—¿Me estás diciendo que no es posible?

Es el fin. Su padre y su abuelo lo van a matar incluso aunque uno está muerto y el otro retirado completamente.

Ni hablar de cómo reaccionará su abuela al enterarse que, en plena temporada, más de quinientos modelos renunciaron. Mujeres, hombres y adolescentes no llegaron a un acuerdo de sueldo y eso conllevó, trágicamente, a que se tomaran atribuciones que no debían. La compañía Kuroo ha llegado, en menos de una semana, a la ruina. Es un récord mundial probablemente; Tetsuro, el actual dueño y principal director de una de las cadenas de ropa más famosas de Japón, piensa que el trofeo de récord mundial al fracaso se vería bien colgado en la pared de su departamento.

Su cabeza también. Justo al lado del honorífico que le diga lo mal que hizo su trabajo y que por eso fue a la antigua guillotina. Toda su familia lo va a matar cuando se enteren que ha perdido millones, contratos con marcas y personas que se suponía le tenían mucho respeto a la familia. Esto es un gran desastre y todo porque él quiso bajar los sueldos, poniendo así en práctica todo lo que aprendió de administración de empresas.

—No, Tetsuro. Lo lamento —El carismático diseñador de modas con el que fue a la universidad lo mira apenado—. Esto no se puede solucionar más que consigas nuevos modelos de un día para el otro o que logres, de alguna forma, llamar la atención con algo o alguien para facturar todo lo que perdiste.

Está haciendo el trabajo de su secretaria, quien también ha renunciado. El martes pasado le gritó que era un tacaño y un egoísta por bajarle el sueldo a quien lo ayudaba a controlar la empresa y su propia vida; incluso le tiró con una taza de café. Kuroo solo se hizo a un lado y dejó que se fuera, gritando groserías en un idioma que poco comprendía. Después de todo, la muchacha no era japonesa. Y Tetsuro se indigna al recordar que, a pesar de darle trabajo cuando nadie quería contratarla por no ser nipona, ella lo trató así. Qué descarada.

—¡Tiene que haber alguna forma! —Exclama mirándolo. El hombre frente a él suspira—. Mi familia me va a matar, todos los diseñadores de Italia también lo harán. ¡Ni hablar de la compañía de fotógrafos japonesa que contraté hace dos semanas!

Gastó dinero de más, eso lo saben muy bien los dos. Tetsuro tenía proyectos para este año y especialmente estos meses, donde el mundo de la moda, tiene más movimiento del usual por tantos desfiles y eventos que se realizan. Nuevas telas, nueva ropa, nuevos diseños. Sería un año fantástico para la compañía Kuroo.

—¡Van a colgar mi cabeza en una plaza y van a dejar que las palomas coman mis sesos! —Dramatiza, escondiendo su rostro entre sus brazos sobre el escritorio—. ¡No tengo dinero, ni amigos ni empleados! ¡Soy pobre!

—Tetsuro, cálmate —Volvió a suspirar—. Necesito que estés tranquilo porque... Bueno, no entres en pánico, pero la prensa está abajo esperándote.

—¿¡Qué!?

Se levanta de golpe. Sinceramente, lo último que necesita es ver a la prensa.

—Tienes que salir a decir algo. No puedes dejarlos esperando más.

—Sí puedo. Voy a huir.

Pero antes de salir corriendo, su amigo ya está deteniéndolo. Tetsuro suspira ruidosamente y lo mira: Oikawa Tooru fue uno de los pocos amigos que le quedó luego de la universidad. Se llevaron bien por sus personalidades tan similares y a su vez, por el interés hacia la moda. Tetsuro nunca fue tan amante de esta, pero se crió con conocimientos sobre ella debido a la alta influencia de su padre y sus abuelos. Tooru, a diferencia de él, nació admirando los diseños y colores de las prendas más costosas del mundo. No es como Tetsuro; Oikawa tuvo que luchar para llegar hasta ahí, mientras que su amigo solo tuvo que usar su apellido.

Beneficio Mutuo | Kuroken Donde viven las historias. Descúbrelo ahora