Capítulo 12

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—¡Hijo!

—¡Te voy a matar!

Bokuto tuvo que sostener a Kuroo para que no se tire directamente a su padre. El hombre soltó un grito y echó un paso hacia atrás, todavía con su mano en el picaporte.

—¿¡Cómo puedes haberme hecho eso!? —Kuroo sigue gritando, intentando soltarse de su amigo—. ¡Te vas a un psicólogo o un hospital psiquiátrico, no lo sé, pero te vas!

—¡Cálmate! —Bokuto le grita mientras Akaashi tira de Kuroo hacia atrás.

—Vas a llamar la atención de los vecinos. Cálmate un poco.

Akaashi dice también, apretando sus hombros. El pelinegro respira y se niega a despegar la mirada de su padre.

Kuroo sabe que está mal reaccionar así pero no puede evitar hacerlo cuando su padre, el hombre que llevó la empresa familiar a la cima, es el mismo que la llevó al fracaso. Está realmente enojado y desilucionado: Quiere llorar pero también seguir gritándole que es un imbécil. ¿Qué pensaría su abuelo de esto? Probablemente estaría peor.

—¿Por qué no mejor hablamos, Tetsuro?

—Quiero explicaciones de tu parte... ¡Y que te quede claro que de ahora en adelante no vas a participar más de las decisiones de la empresa ni tendrás las claves de las cuentas del banco!

Hotaro Kuroo solo suspira y asiente, haciéndose a un lado para dejar entrar a los tres hombres. Tetsuro se hace paso entre ellos y entra primero, importándole poco sacarse los zapatos antes.

Terminan los cuatro sentados en el sofá de la glamurosa casa. Kuroo siente asco por eso mismo, ya que ese edificio es de la misma empresa; El dinero financiado llegó ahí y le dio un hogar al hombre que le robó por quién sabe cuánto tiempo.

—Supongo que ya sabes en dónde gasté todo —Hotaro dice apenado. Kuroo asiente.

—En el maldito casino. ¿Cuántas veces te dijimos con la abuela y con ellos mismos que dejaras eso? —pregunta con la furia saliendo en sus palabras—. ¿Cuántas veces te dijimos que trataras con un terapeuta tu obsesión con el juego?

—¿Y cuántas veces te dije que no lo haría? —El hombre devuelve las palabras. Bokuto suspira al lado de Kuroo—. No lo voy a dejar. Me encanta y es mi pasión desde que la empresa está a tu cargo.

—¿Y por eso mismo me tengo que hacer cargo yo de tus acciones? —Kuroo golpea la mesa indignado—. ¡Años estudié todo lo que me diste, tengo tres títulos y dí todo de mí para que vengas tú y me quites todo!

—Tienes que entenderlo...

—¡No lo voy a hacer! No puedes haber sido tan irresponsable. Si... si el abuelo estuviera vivo, él seriamente ya te hubiera matado —Kuroo dice señalándolo—. Hiciste que la empresa se fuera a la ruina, ¡lo que tus propios padres construyeron!

—¡No puedo parar!

—¡Sí puedes! —Kuroo le devolvió el grito—. ¡Y te dimos muchísimas oportunidades! Bokuto fue el que se ofreció a llevarte a las sesiones con el terapeuta. Akaashi, que tenía que cuidar a sus hijos, buscó especialistas para que te ayuden y yo me iba a hacer cargo de los pagos... ¿¡Y tú qué hiciste!? ¡Nada! ¡Nunca haces nada!

La relación con su padre nunca fue la mejor de todas. A pesar de sentarse en la mesa a cenar y hablar de distintos temas para mantener a su hijo entretenido con algo a los ocho años, mientras Tetsuro crecía, la relación se desgastaba por la manera en la que Hotaro trabajaba tan obsesivamente. Eso conllevó a que el pelinegro presentara varios problemas y resentimientos que juró nunca decir en voz alta, ya que una parte de él le decía que su padre trabajaba tan duro para mantenerlo a él y a sus caprichos, pero en momentos como este, la racionalidad de sus pensamientos se había ido a la mierda.

Beneficio Mutuo | Kuroken Donde viven las historias. Descúbrelo ahora