11. La gardenia roja

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Eloise Edevane

—¿Qué ocurre contigo?

Charlotte le dió un mordisco a su galleta mientras se acomodaba en la cama de mi habitación.

La mire concentrándome en ella.

—¿A qué te refieres? —pregunte haciéndome la desentendida.

—Me refiero a el porque estás tan distraída. Desde que volviste de con tu tío estás así.

En efecto, estaba así por alguna razón.

Estuve procesando lo que había ocurrido en el jardín con mi tío. Y caí en cuenta de que lo que hicimos estuvo mal.

Pero se sintió tan bien.

—No es nada, es solo que ver la flor Zahri me trajo recuerdos de mi madre —baje la mirada.

No era mentira, haber ido a ese jardín me había dejado nostálgica.

Extrañaba a mi familia, mi vida en el pueblo y por supuesto todo lo que viví ahí.

Le había contado a Charlotte la mayoría sobre mi vida, le conté de la flor Zahri y del trato que hice con mi tío.

—Entiendo, en ocasiones cuando veo algo que me recuerda a mi madre me pongo así —levante la vista para mirar su rostro que se torno triste.

—Hey, ahora estamos juntas. Somos nuestra familia ahora —le mostré una sonrisa pequeña y ella me la correspondió.

—Lo se.

Pasamos el resto del día en la habitación. Nos subieron la comida y comimos postres, vimos películas y pasamos el rato ahi.

—Castiel me mostró el lugar, es enorme —su voz estaba somnolienta.

—Si, es hermoso.

—Seria lindo vivir aquí por siempre. ¿No crees?

—Honestamente solo estoy aquí por la venganza de mis padres —me sincere—, pero una vez que se concluya me iré. Planeo volver al pueblo en el que creci.

Y alejarme de mi tío y de todo lo que sentía a su alrededor.

—Pero no queda nada —dijo Charlotte.

—Lo reconstruire. Justo como hizo mi padre desde un inicio —respondí decidida.

Ese era mi objetivo después de la venganza. Según lo que me contó mi tío, mi padre lucho mucho para construir ese pueblo y hacerlo conocido.

Iba a seguir su legado.

Lo haría por él, por mi madre y por mi.

—¿Qué hay de tu tío? —pregunto Charlotte casi quedándose dormida.

Me acosté a su lado.

—Él lo entenderá. Después de todo, no puede obligarme a quedar aquí, ya soy mayor.

Poco a poco nos fuimos quedando dormidas al caer la noche. 
 

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Michael De Santis

"Él no puede obligarme a quedar aquí"

Y un carajo si no puedo.

Pase el día arreglando asuntos de mi trabajo, luche contra todo mi instinto y deseo para mantenerme alejado de ella y darle su espacio. Y cuando vengo a su cuarto para darle las buenas noches escucho su estúpida e incoherente conversación.

El infierno de una rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora