5. La rosa y la margarita

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Eloise Edevane

"Existió un jardín tan hermoso como ningún otro, habían hermosas flores y rosas de todo tipo. 
Había una rosa en especial en aquel jardín, una rosa que fue oculta por su bien.

Lo que la rosa no sabía es que aquel jardín fue creado para hacer un mal, fue creado para hacer que las personas fueran adictas al veneno que habían en las espinas de las flores.

Y esa rosa en especial tenía el veneno que hacía que las personas cayeran más rápidamente.

Pero había un hombre que anhelaba tener esa rosa, y aquel hombre buscaba arrancarla de su jardín y llevársela solo para él.

Es por eso que la rosa fue oculta durante mucho tiempo, para que nadie pudiera llevársela..."

Desperté cuando el autobús paso por un bordo que me hizo sobresaltar.

Mire al rededor y vi a las personas a mi alrededor, eran pocas.

El autobús se detuvo y todos comenzaron a salir en cuanto el conductor aviso que era la última parada, me baje.

Estaba en la estación de New Castle, entre a una cafetería cerca y me senté en una mesa. Ordene un cafe y comencé a pensar en que se supone que haría ahora.

Recordé el sueño que tuve en el autobús, soñe con la historia que mi padre solía contarme cuando era niña.

La historia de una rosa en el jardín.

Antes de que mi padre cambiará conmigo él solía contarme hermosas historias y llevarme con él a los campos de Villa María.

No pude despedirme de él ni de mi madre, todos los momentos que había vivido con ellos fueron quemados y hechos cenizas que se llevó el viento.

—Aqui está su café —la mesera me lo dió, era una chica rubia y de sonrisa amable—, ¿Necesitas algo más? —pregunto con una hermosa sonrisa.

Negué.

Ella se dió la vuelta, pero regreso. La mire observandome dudosa y después me habló.

—¿Eres una de ellos, verdad? —pregunto con cierta timidez.

No entendía.

—¿Disculpa? —mi voz apenas era un susurro.

—Una de las flores marchitas... —abrio los ojos en cuanto supo lo que había dicho— ¡Lo siento! —se disculpo—, no quise decirlo, es solo que...

Ella me miraba apenada, yo sabía a lo que se refería, tarde en entender pero lo sabía.

En el hospital escuché como una de las enfermeras se refería a los sobrevivientes de Villa María.

Las flores marchitas...

Aquellos niños y niñas que habían quedado huérfanos tras la muerte de todos los padres del pueblo de Villa María.

Ignore a la chica y me dedique a tomar mi café.

—Lo siento —se volvió a disculpar—, no quise ofender, es que, fue horrible lo que pasó, yo solía ir al jardín botánico con mi madre, era hermoso, todos los turistas que pasaban por aquí siempre preguntaban cómo llegar a Villa María para poder explorar el lugar, es una pena lo que ocurrió el lugar era hermoso —su voz era triste y desconsolada—, mi madre falleció hace un año y... Ella amaba aquel lugar.

No la mire, no podía.

Yo también lamentaba lo que ocurrió, mi vida entera murió con aquel lugar.

—¿Tienes dónde quedarte? —pregunto y está vez si la mire—, vivo a unas cuadras de aquí, no es lejos y es solo un cuarto pequeño. Salgo en una hora —ella miro mi maleta y después a mi—, a menos que tengas con quien ir, yo entiendo —se apresuro a decir—, solo olvida lo que dije, no quería sonar como una acosadora —rio nerviosa y se dió la vuelta.

El infierno de una rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora