17. La margarita se va

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Eloise Edevane
 

Tuve un sueño.

Soñe con un hermoso jardín.

Un jardín con un paisaje hermoso, flores y plantas de todo tipo y había una rosa en particular que sobresalía de las demás.

Pero como todo lo hermoso y único en esta vida siempre iba a correr peligro.

Entonces unas personas se encargaron de proteger a la rosa a toda costa, pero para eso tuvieron que esconderla manteniéndola en lo más oculto del jardín.

Un lugar oculto donde nadie diera con el. Pero ese lugar estaba tan oculto que no había nada que pudiera acercarse, ni siquiera la luz del sol que se necesitaría para que la rosa creciera fuerte.

Así que comenzó a marchitarse poco a poco, hasta que un día inesperado ya no hubo nadie quien cuidara de la rosa.

Entonces se quedo sola.

Y ya no sabía que era peor, si el refugio que la marchitaba o las manos codiciosas que la arrancarían del jardín.

Desperté de golpe con mi respiración acelerada.

Poco a poco mire mi alrededor.

No estaba en mi habitación.

Estaba en la habitación de Michael.

Ya ni siquiera podía llamarlo tío, o padre.

Recordé toda la noche anterior.

El dolor entre mis piernas se hizo presente.

Me abrace a la sábana para cubrir mi cuerpo desnudo.

Quería llorar, pero no podía.

No había llorado tanto desde la muerte de mis padres.

Él no estaba en la habitación.

Me puse de pie y como no ví mi ropa me envolví en la sábana y salí de su habitación.

Casi me resbale pero tan pronto como llegué a la habitación fui a mi cama para acostarme ahí.

Me sentía extraña. Sentía una especie de vacío en mi interior y una perdida de algo que sabía que nunca iba a recuperar.

La puerta se abrió lentamente y me encogí más en la cama pensando que sería Michael. Pero ví los ojos llorosos de Charlotte mirándome.

No sé cómo, pero en el reflejo de sus ojos tristes supe que ella lo sabía.

Se acercó lentamente a mi, como si quisiera acercarse a un animal que en cualquier momento saldría huyendo.

Una vez que estuvo frente a mí baje la mirada.

No podía mirarla, me sentía avergonzada.

Con su mano levanto mi mentón y me hizo verla.

—Oh, Eloise —su voz estaba rota.

Lloramos juntas. 

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—Lo ví —habló ella después de una hora en silencio—, fue después de la cena. Castiel me acompaño a dar un paseo —me acariciaba el cabello mientras yo me recosté junto a ella, ya me había duchado y puesto una pijama—. Me llevo al jardín y la vista era hermosa de noche. Me dieron ganas de pintar, así que le pedí que me esperara ahí mientras yo venía a tu habitación por unas pinturas. Entonces lo ví —hizo una pausa—, te llevaba cargada de brazos. Estabas dormida y pensé en acercarme pero después note que él estaba desnudo. Te llevo a su habitación.

El infierno de una rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora