21. Encuentran a la rosa

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Eloise Edevane

Era de noche, no tenía claro que horas eran.

Pero de lo que si estaba segura era que Michael se iba a enojar mucho.

Suspire resignada.

Me había bajado de la isla y quise pasear por la cabaña.

Todo estaba muy limpio, no había polvo en los muebles o repisas.

No habían fotografías en marcos como las que tenían mis padres en casa.

Ninguna pista de quién era el espantapájaros fantasma.

Quise husmear en los cajones para ver si encontraba algún documento con un nombre.

Pero si algo me enseñaron mis padres era que debía respetar la privacidad de las personas.

Aunque...

Mis padres eran unos criminales y me ocultaron cosas, me manipularon y me encerraban.

Así que a la mierda con sus enseñanzas.

Abrí el primer cajón de uno de los muebles de la sala y estaba vacío.

Abrí otro, y también estaba vacío.

Como todos los cajones.

¿Para que tiene tantos cajones si no va a guardar nada?

Probablemente tenga algún documento en su habitación.

Inspeccione la cabaña y habían dos puertas.

Una por la que había entrado, y otra que no sabía que era.

Entre por la segunda.

Era un baño muy lindo y muy limpio.

Tenía una tina de baño de algún material parecido a la madera, pero al tocarla parecía de yeso o porcelana.

Mire el lavabo era del mismo material.

Y había una regadera en una esquina y un baño en otra esquina.

El color en si era café claro y oscuro, habían algunas plantas bien acomodadas en el baño.

Todo muy rústico, lindo y limpio.

Pero no había espejo.

Todos los baños que conocía tenían espejo.

Pero al parecer este no.

Salí del amplio baño y fui directo a la otra puerta.

Vacilé en tomar el pomo y abrirlo.

¿Y si estaba haciendo algo?

No quería ser grosera.

Toque la puerta una vez pero no salió.

Toque otras tres veces y no salió tampoco.

—Eh... señor espantapájaros —toque dos veces y hablé a través de la puerta—, quiero entrar —toque dos veces de nuevo—, necesito regresar al invernadero— toque de nuevo— ¿Hola? —otro toque— Por favor necesito que salga —esta vez toque repetidas veces mientras pegue mi oreja a la puerta por si oía algo.

La puerta de abrió de golpe y caí frente a unos pies con botas desgastadas.

Al alzar la mirada observé al espantapájaros fantasma mirándome desde arriba.

Me puse de pie rápido sintiendo una ligera punzada en mi tobillo lastimado.

Mire detrás de él.

Era una habitación rústica, había una gran cama con sábanas grises, una cajonera, una estantería con algunos libros y encima de una repisa había una fotografía.

El infierno de una rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora