27. Cerca del objetivo

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Eloise Edevane

Abrí los ojos en cuanto ví a la enfermera y a Klaus salir de la habitación, no cerro la puerta dejándola entre abierta.

Así que pide escuchar una ligera conversación.

—Deberiamos avisar al señor De Santis —una voz femenina, seguramente la de la enfermera se escuchó en el pasillo.

—Intente comunicarme con él. No está en la mansión ni en la ciudad. El señor Michael está preparando todo para la Ereditiera —le respondió Klaus.

¿La Ereditiera?

—Pues entonces hay que avisar a su segundo al mando. Pero el señor De Santis debe saber esto si o si. La salud de ella no es buena, ví un par de manchas en su piel, son moretones y dudo que se haya golpeado.

Yo no me pegue, pero Michael si.

—¿Llamaron al Doctor? —la voz de Klaus sonaba preocupada.

—Lo haré, habrá que hacerle estudios. Sospecho que puede tener anemia.

Hablaron más tiempo en susurros.

Hasta que los dos se marcharon del pasillo.

Dejando la puerta entre abierta.

No la cerraron con llave como siempre hacian.

Esta era mi oportunidad para salir; me senté en la cama y sentí un ligero mareo.

Una vez que enfoque mi vista y el mareo paso me puse de pie. Estaba vestida en pijama y no sabía quién me había cambiado pero dudaba que fuera Klaus.

Me vesti con pantalón y una blusa sencilla y unos zapatos bajos.

Me asome por la puerta y no había nadie en el pasillo.

Mire en dirección a mi cama donde había acomodado las almohadas cubriéndolas con una semana como si fuera yo quien estuviera ahí.

Salí de mi habitación cerrando la puerta tras de mi.

Intenté evitar las cámaras de los pasillos, baje la gran escalera y fui a la cocina. No podía salir por la puerta principal, supuse que sería mejor ir por la puerta trasera de la cocina.

Había estado memorizando poco a poco los lugares de la mansión y como llegar a ellos.

La cocina fue uno de ellos.

Escavullendome a escondidas y sin que nadie me viera fui directo a la cocina, no había nadie.

Mire el reloj de pared que había en la cocina.

Eran las once de la noche.

Solo esperaba que Michael no llegara de dónde fuera que estuviera y me fuera a visitar a mi habitación.

Pase la gran cocina y salí por la puerta trasera.

Mire rápido al rededor y ví el extenso patio trasero de la mansión.

La entrada al laberinto era en el lado oeste.

Así que fui en esa dirección.

Cruzando el laberinto la única luz que recibía era la de la luna llena.

Aún así, caminaba en las penumbras y temí perderme ante la falta de luz y aún me sentía algo mareada debido a lo que ocurrió en mi habitación.

Seguía caminando hasta que escuche unos pasos detrás de mi.

Me di la vuelta para ver una sombra acercándose y entonces corrí rápido hasta la salida del laberinto.

No llegue muy lejos debido a mi reciente mareo y tropecé cayendo al suelo.

El infierno de una rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora