cap 2

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Capítulo II

Severus apareció en La calle de La Hilandera y en su casa directamente, no deseaba dar cuenta a nadie de por qué traía semejante fardo con él. Aunque Hogwarts había cerrado sus puertas; los profesores no habían abandonado el castillo, esperando el temido día en que Voldemort lo exigiera para él. Por ese motivo Severus no pudo llevar a Sirius a donde residía, no mientras Minerva siguiera en Hogwarts, –que el mago deseaba que no fuera mucho tiempo–, pues muchos de los aliados del bando de la luz –entre los profesores– se habían salvado por estar en Hogwarts, más eso duraría poco, solo el tiempo que el Lord le divirtiera esa situación.

Snape entró a su laboratorio y dejó al regalo en la pequeña salita. Rebuscando entre sus pociones, el profesor dio con la botellita llena de un líquido color cereza y volvió con ella hasta donde Black se encontró, se inclinó y le dio a beber el contenido completo al hombre, el cual tuvo que recibir ayuda para tragar. Ante los ojos negros la trasformación comenzó y el pelinegro se levantó yendo de nuevo a su laboratorio, tomó otras botellas y las llevó de nuevo a su sala sonde fue suministrando cucharadas o todas –dependiendo de lo que necesitaba– a Sirius, cuando lesionó que las heridas del gran perro azabache fueron curadas. Severus trasformó un pedazo de cuero en un collar de cuerpo completo y con bozal, y se lo colocó con magia, luego con la varita fue tallando runas en este.

¡ Enerva ! –El animal tembló y abrió los ojos, gruño, más sintió el bozal y la magia en este– Ya está, esto no te lo podrás quitar y solo yo, Tu amo te lo podrás quitar, pero de eso ni en sueños.

Siseó el de ojos negros. El collar reducía los movimientos de hocico, pero el entrelazado entre las patas del perro lo dejaba probablemente inmóvil. Severus jaló al animago y por la magia en su atadura, este tuvo que obedecer. El profesor salió de la vieja vivienda y lo ató a uno de los barrotes de las escaleras.

Que descanses. Y no sueñes con que tus amigos vengan por ti, las defensas avisarían directamente al Lord, decide si quieres que los ostros corran tu misma suerte.

Dijo burlón el hombre y entró a la casa dejando al animago fuera. Severus subió a su vieja alcoba y se recostó pensando en que no debía ser considerado con Black después de todo la promesa a Dumbledore era cuidar del mocoso Potter, más este y su adorada Orden del fénix lo habían expulsado de esta sin darle el beneficio de la duda y él no era un mártir para mendigar por regresar para cuidar del mocoso. Por lo tanto a los demás miembros del bando de la luz no les debe nada.

Fuera de la casa el animago se acostó sobre sus patas delanteras, « Por lo menos el maldito grasiento lo había curado» , pensó el mago y se dejó llevar por el sueño, deseando que Snivellus se conformara con humillarlo y no torturarle y es que por más valiente que fuera un mago, las maldiciones dejaban secuelas, dolor físico y emocional.

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Draco llegó a su mansión saliendo de la chimenea y sacudiendo su ropa, un elfo ya lo esperaba con un cambio de ropa, el rubio se cambió.

¿Y mis padres?

Amo Draco, están en el salón, señor.

El rubio se encaminó a la dirección que le dio la criatura y entró sin tocar. Narcissa se levantó la visita de su té:

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