Mala primera impresión

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Al principio no lo comprendía.

Todo el pueblo estaba expectante a la nueva futura habitante de Pueblo Pelícano que llegaría en cuestión de semanas. No todos los días una persona dice " Oye, ¿Y si me mudo a un pueblo al que nadie conoce, habito la vieja cabaña en ruinas de mi abuelo fallecido y me hago cargo de una granja a pesar de que lo más cerca que he estado a un producto fresco es a una fruta del supermercado?". En el mundo hay muchos locos pero hasta ellos toman decisiones inteligentes ¿Quién en su sano juicio dejaría la cómoda ciudad para trabajar en el campo? Yo daría todo lo que tengo (lo cual en realidad no es mucho) junto con las vidas de Maru y Demetrius para salir de este maldito pueblo. Tal vez fue por eso que no quería verla al principio, porque ella tuvo todo lo que yo he querido en sus manos y lo cambió por todo lo que odio. Y así fué como después de su llegada, el primer día de primavera después de haberla visto por primera vez en el mostrador con mi madre sin que se diera cuenta, decidí que ella sería una de las muchas personas con las que no me involucraría.

Sin embargo eso no duró mucho.

Era un viernes por la noche, uno de los pocos días en los que me alejaba más allá de la montaña y convivía con más personas de lo usual. Ya eran pasadas de las 9 de la noche y le había dado una paliza a Sam en el pool como de costumbre. Ya estaba un poco cansado, así que me despedí antes que mi mamá y Demetrius y me dirigí a casa. No es que no me gustara pasar tiempo con mis amigos, es solo que escuchar tantas voces y ver tantos rostros diferentes me hacían sentir… ansioso.

Simplemente ya había agotado mi batería social.

Caminando bajo la luz de la luna a metros de mi casa, escuché otros pasos que no eran míos. Cerca del lago.

Me detuve para oír más atentamente. ¿Será el hombre salvaje? Nunca lo había visto, al menos no de cerca y no quería que hoy fuera la excepción, pero tan pronto como estuve dispuesto a salir corriendo de vuelta a mi agujero, ví a la fuente del sonido y no era nada parecido a un hombre salvaje.

Era una chica.

Era la granjera.

Mi racha intentando evitarla había terminado.

Ella también me vió y dió un pequeño salto de sorpresa ¿La asusté? Sostuvo una mirada incómoda por un segundo y recé por que no dijera lo que sabía que iba a decir, pero al parecer, Yoba ya estaba descansando.

—Hola

Maldición

—Hola — repliqué.

Ella tenía puestos unos pantalones viejos junto con una camiseta el doblemente vieja. A pesar de la poca iluminación, se notaba que estuvo desde muy temprano fuera: su ropa, cara y zapatos ( que aunque no soy un experto, puedo decir que unas zapatillas blancas no son el mejor calzado para los trabajos de la granja) estaban cubiertos de tierra. Su mochila rebosaba de artículos y su cabello marrón estaba desordenado.

—Eh —ella se tomó de las manos ansiosa— ¿Supongo que tú eres Sebastian?

—Creo que sí…

Silencio.

Las conversaciones nunca fueron mi fuerte. Y no lo negaba. No ganaba nada haciéndolo.

—V-veras… Robin- tu madre me habló de tí pero no había podido conocerte personalmente así que… eh- es un placer, mi nombre es Hannah y soy dueña de la granja cerca de aquí así que…— su rostro se ponía cada vez más rojo con cada palabra que decía.

Está muriéndose por dentro. Ésta no era mi intención, pero al parecer era algo involuntario. ¿Quién diría que tan pocas palabras causan más incomodidad que mil de ellas? En fin, esto también me estaba matando a mí. 

—B-bueno, ten buena noche —se despidió por fin, huyendo de mi clara incomodidad social. 

Y ese pudo haber sido el final. Pero para ser un tipo que no habla mucho, cada que abro la boca digo estupideces. Debí haber mantenido la boca cerrada.

—De todos los sitios ¿Por qué Pueblo Pelícano? Cualquiera lo hubiera pensado mejor.

Ella volteó a verme tratando de averiguar si había escuchado bien.

— ¿Disculpa?

Arrepintiendome de todas las decisiones que me llevaron a este momento, me encomendé al universo para que solo por esta vez me sacara de esta situación.

Fue entonces que escuché la voz de mi mamá.

Yoba si existe.

Mientras ella y Demetrius la saludaban yo escapé de vuelta a mi cueva no sin antes tomar una gran taza de café de la cocina. Todavía tenía unos trabajos que terminar.

Cuando por fin decidí que ya era hora de dormir, las palabras que salieron de mi boca resonaban en mi cabeza y no podía evitar pensar que un habitante más que ni siquiera llevaba una semana en el pueblo ya debía de pensar que soy un imbécil. No me importa la opinión de los demás acerca de mí (mentira) pero esto era superarme a mí mismo.

Al final no pude dormir esa noche.

The Last Raindrop Donde viven las historias. Descúbrelo ahora