Mi segundo cajón izquierdo

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Estaba a mi límite.

Después de graduarme de la universidad entré a Joja Corporation. Al principio se sintió bien ganar dinero y ser "independiente" pero supongo que a medida que pasa el tiempo el encanto de la vida laboral se vuelve monótono y te absorbe.

Me sentía estancada.

Me sentía perdida

Era infeliz.

Este era uno de mis días malos en dónde simplemente quería escapar. Escapar y correr lejos de este bucle en el que me había metido. Y sólo bastó con mirar a la vieja foto al lado de mi monitor.

Éramos yo, mis padres y mi abuelo de visita en su granja.

La nostalgia me invadió y las lágrimas empezaron a formarse. Te extraño tanto, abuelo.

Siempre tenía las respuestas a mis dudas, y algunas veces, me planteaba las preguntas correctas en vez de una solución.

¿Qué diría el abuelo?

Probablemente, primero me invitaría a darle de comer a los pollos, a pasear por el bosque o a ir a pescar al lago. Así era él, siempre tan unido a la naturaleza. Tal vez por eso siempre estaba tan pacífico.

Desearía ser como él.

Gotas tibias se deslizan de mis ojos hacia mis mejillas. Demonios, no, detente.

El trabajo no es el mejor lugar para tener crisis emocionales.

Seguí observando la foto. Probablemente la tomaron cuando tenía 7 pero Realmente me veo feliz. 

Entonces ideas locas pasaron por mi mente.

¿Y si me mudo a la granja?

Sí, ésta sin duda fue mi crisis más seria hasta el momento.

La llave para salir de este lugar estaba en mi segundo cajón izquierdo. Esa carta que mi abuelo me dió hace tantos años por fin me ayudaría a escapar de este lugar asfixiante y de los constantes tecleos.

Mi cabeza se llenaron de voces: las que me gritaban las miles de cosas que podían salir mal, de los años en la universidad que tiraré a la basura, de la posible cara de decepción que tendrán mis padres, de qué ninguna de las plantas que he cuidado ha sobrevivido para contarlo, y la lista sigue y sigue.

Pero en un pequeño rincón estaba un pequeño susurro, así que ignoré todas las voces que me gritaban en el oído y me acerqué a ella 

Ese pequeño susurro era la voz de mi abuelo.

"Hannah, a veces la vida moderna puede convertirse en un vacío del cuál no puedes salir y que poco a poco apaga tu felicidad. Por eso, a tí mi amada nieta, te quiero dar una oportunidad. La oportunidad de llevar una vida lejos de la agitada ciudad, de darte un segundo para respirar y apreciar tu vida."

Recordar sus palabras fueron las que me dieron el coraje que necesitaba.

El coraje para saltar del acantilado en el que estaba y lanzarme a lo desconocido junto a mi carta y mi foto. 

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