Traje azul, vestido blanco, peonías rosas

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Mi primer Baile de las flores fue cuando tenía alrededor de 15 años. 

Esa época la considero la más significativa, complicada y vergonzosa de mi vida. 

Sam y yo empezamos a relacionarnos más con Abigail, las cosas en la escuela iban mal y en casa aún peor, pero claro, nada de eso impedía que saliera de casa con un corte desalineado junto a un extravagante estilo emo en donde no podían hacer falta cadenas (hasta ahora no puedo vivir sin ellas). Y me preguntaba por qué me molestaban, ja

En ese momento sentía que estaba proclamando mi libertad mediante mi ropa y comportamiento, pero ahora que veo las pocas fotos que conservo, no puedo evitar sentir pena ajena y pensar que luzco como un loco salido del manicomio con ese cabello negro mal teñido (cortesía de Abigail) exageradamente largo que cubría gran parte de mis ojos y que sólo hacía ver a mis profundas ojeras más tenebrosas, contrastando con mi pálida piel de fantasma. 

Oh, y como cereza del pastel, mis insufribles pecas. 

En fin, ya se podrán imaginar lo ridículo que me ví al ponerme por primera vez ese traje de color azúl cielo. Ese día logré escapar de todas las cámaras a excepción de la de Sam. Hasta hoy, no he logrado encontrar y destruir esa última muestra de mi vergonzoso pasado. 

Me levanté temprano ese día. El evento empezaba casi a la hora en la que usualmente despertaba, por lo que mi mamá tuvo que venir personalmente a asegurarse de que el sueño no me ganara y me quedara dormido. 

Esa mañana no fue muy buena. 

Primero, al bajar de la cama, recibí un agudo dolor en la planta del pie por parte de un cable que dejé tirado en el suelo; después, no tuve oportunidad de tener una ducha adecuada, pues Demetrius tocaba insistentemente la puerta para que me apresurara, y cuando por fin iba a tener un poco de paz en el desayuno, todos ya estaban saliendo de casa. 

Así que ahí estaba yo: Con el pie adolorido, el cabello aún húmedo, el estómago vacío, bajo el resplandeciente y molesto sol de primavera y apenas teniendo espacio para respirar con el apretado vestuario que traía puesto. 

Bien. 

Mientras me refugiaba en la sombra de un árbol jugando con mi celular, esperaba con gran impaciencia a que llegara Gus con la comida. Mi estómago rugía exigiendo ser alimentado, pero a la vez se encogía con la idea de tan siquiera ingerir algo. Este tipo de eventos siempre me ponen nervioso. 

Las personas llegaron eventualmente, entre ellos, Lewis y la familia de Abigail.

Me llamaron para que ayudara a bajar algunas cajas de mercancía pesada, y fue más que molesto ver cómo Abigail se burlaba de mí en silencio al ver que podía llevar una caja sin problema mientras que yo contenía la respiración para no perder las fuerzas. 

Es decir, esa maldita enana mide 1. 50 metros, ¿Cómo puede ser tan fuerte?

Son cosas que nunca sabré, al igual que nunca sabré qué esconde en ese cajón de su habitación que no me deja abrir. 

Dando el medio día, el lugar donde se organizaría el baile empezó a llenarse cada vez más, claro, había menos gente que en años anteriores, pero seguía siendo una buena cantidad. 

Sam se presentó junto a Judi y Vincent, dejándolos atrás inmediatamente después de vernos. Caminó descuidado hacia nosotros y casi tropieza con Penny, la recatada chica pelirroja que le da clases a su hermanito. 

—¿Y? —preguntó Abigail con una sonrisa pícara en su cara.

—¿Y, qué? —devolvió el rubio, quien fruncía el ceño en un tipo de intento de autodefensa. 

The Last Raindrop Donde viven las historias. Descúbrelo ahora