Cuando tenía 7 años leí un cuento como tarea de mi clase de literatura.
La historia trataba de un granjero, que al no tener a dónde ir, volvía al pueblo en el que se crió. Él se hizo amigo de todo el mundo, combatió con los malvados monstruos, y con el poder que le otorgó el mago, acabó con la maldición que acechaba al valle. Fin.
Ese era mi cuento favorito.
Pero en ninguna parte mencionó algo sobre tener callos en las manos.
El sudor se deslizaba por mi frente, gotas cargadas de esfuerzo y cansancio. Estaba jadeando, luchando por recuperar el aliento mientras recargaba la frente en mis adoloridas manos que sostenían mi azada.
El aire se estaba volviendo denso y sofocante, producto del abrazador sol sobre mi cabeza.
El verano estaba llegando.
Los cultivos que con tanto empeño había plantado, perdían cada día más su vivo color verde transformándolo en un amarillo desértico. Era un poco decepcionante saber que así terminaría todo el esfuerzo que dediqué, pero al menos me reconfortaba el hecho de que por primera vez había podido cuidar adecuadamente a una planta.
Mi día había comenzado temprano por la mañana con los primeros rayos de sol e ignoré la correspondencia en mi mesa que continuaba sin abrir. Cuando llegué al pueblo, Lewis me advirtió que después de cada temporada, debería de limpiar nuevamente la tierra y prepararla para volver a sembrar en ella. Yo pensé que sería únicamente arrancar unos cuantos tallos muertos, pero luego me percaté de que el suelo había acabado igual de maltratado que cuando llegué a esta granja.
La espalda me mataba, los pies me palpitaba de dolor y mis manos ya no tenían fuerza.
Así que hice lo que siempre hago cuando quiero huir de mi miseria.
Darme una ducha.
Las irregulares y pesadas gotas de agua fresca masajearon mi cuerpo. Me tomé mi tiempo en el baño, cantando las canciones que se me venían a la cabeza y riéndome de chistes que aparecían en mis series de comedia que ocasionalmente recordaba. Pasando alrededor de unos 40 minutos después, salí del baño: Renovada y oliendo a vainilla.
Y este hubiera sido el momento ideal para ponerme mi mejor pijama y haber saltado a mi cama junto a la novela romántica que no había tenido oportunidad de terminar.
Pero no.
Mi mochila me miraba expectante desde la esquina, sabiendo muy bien que en su interior contenía los diversos pedidos que debía entregar ese mismo día y que yo, siendo una persona con un sentido de la responsabilidad muy alto y una billetera muy liviana, no podría negarme a cumplir.
Me resigné a mí realidad como alguien que no se puede dar el lujo de tener un descanso, y con un largo suspiro, saqué una camiseta blanca y unos jeans ajustados. No tenía espejo, así que solamente miré para abajo y pasé las palmas de mis manos sobre mi cuerpo sintiendo cada curva en mí.
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The Last Raindrop
FanfictionLo único que retiene a Sebastian a Pueblo Pelícano es su mamá y sus amigos. ¿Podrá la nueva granjera darle una razón más? Puedes encontrar este fanfiction también en mi cuenta de AO3 bajo el mismo nombre de usuario: JuneonDecember. <3 ~Portada hecha...