Dos o cuatro años

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Ese mismo día que regresé a mi cabaña, fui a darle una rápida visita al tan alto pero a la vez introvertido doctor Harvey. Estar sola dentro del pequeño consultorio médico me hizo sentir ansiosa, pero me traté de convencer de que probablemente sólo me daría algunos analgésicos y revisaría los vendajes sin llegar a más; de hecho, incluso había ideado una estrategia para que Harvey considerara hacer un pequeño descuento a la consulta: Iba a darle un frasco de encurtidos de mi cosecha pasada. Sí, prácticamente era un tipo de soborno, pero hey, la amabilidad siempre acarrea favores, ¿no es así? También quería convencerme de eso. Sin embargo, el diagnóstico del doctor rompió mi burbuja de idealizaciones.

—Lo más recomendable es que bajes el ritmo en cuanto a las actividades más cansadas como talar árboles, cargar cosas pesadas, estar mucho tiempo debajo del sol sin hidratarte…

—Espera, espera —lo interrumpí antes de que siguiera enumerando cosas—. ¿A qué te refieres con "bajar el ritmo"?

—Hannah… —Se inclinó hacia el frente para apoyar los codos sobre su escritorio de madera firme—. Tienes que descansar.

Después de dar su veredicto, aceptar los encurtidos y no darme ningún descuento, salí del edificio preguntándome cómo iba a sobrevivir a eso. Por fortuna, encontré la respuesta más pronto de lo que esperaba. 

Ya que estaba justo al lado, fui a hacer unas compras rápidas a Pierre's. Ahí encontré a Abigail en un mandil verde acomodando algunas latas. Si algo he aprendido de ella en los meses que la he conocido, es que ella es verdaderamente astuta, de esa clase de personas a las que nada se les pasa inadvertido; es por esto que cuando vio mi bolsa con analgésicos y una receta recién firmada, no pude contener la verdad ante sus insistentes preguntas. 

Ella misma tomó la decisión de ayudarme con la granja en sus días libres diciendo que eso le ayudaría a "mejorar su resistencia". No tengo idea de a lo que se refería, pero mis intentos para hacerla cambiar de opinión fueron inútiles. Me resigné a eso y me convencí de que estaba bien después de todo; que en realidad sería de gran ayuda. Pero fue realmente mortificante cuando a la mañana siguiente me encontré a la banda completa en mi porche, listos para trabajar.

A lo que me explicó después Sebastian, lo que sucedió fue que la chica peli violeta los había convocado para ayudarme con las labores de la granja, a lo que ninguno se rehusó. Eso me terminó por matar por completo. Simplemente mi ser no podía con tanta amabilidad que, con tanto desinterés, personas que hace meses para mi eran extraños, me estaban ofreciendo. Sentí tanta gratitud, tanto cariño y tanta vergüenza por no poder con mis problemas yo sola (y también porque me habían encontrado en pijama) que no pude más y lloré. Así es, lloré por una falla en mi sistema, el cual está programado para no aceptar nada de nadie sin dar algo a cambio. Nunca. Jamás. Porque en mi familia llena de personas capaces y autónomas eso no es permitido. Pero allí estaba yo, aceptando todo sin ser capaz de pagárselos. 

Ese día todos me ayudaron con las tareas de la granja, y aunque al principio me involucré de lleno en mostrarles con mi ejemplo cómo realizarlas, Sebastian logró contenerme bajo techo con labores más fáciles casi a regañadientes, pero tampoco puedo decir que no disfruté estar con él. Todavía tenía los sentidos muy sensibles por su culpa.

En general, por más renuente que era yo para aceptar la ayuda, la verdad es que me gustaba tener compañía: Voltear a un lado y ver a una cara conocida, escuchar conversaciones a las espaldas, que las risas de otros me tocaran los oídos cada cinco minutos… La granja estaba tan llena de vida. Pensé que ya lo estaba cuando limpié el terreno y planté los cultivos, pero esto era diferente.

Esa fue la única ocasión en la que estuvimos los cuatro juntos, pero desde entonces, en sus días libres, tenía el apoyo de alguno de ellos durante un par de horas, y fue de esta manera en la que el tiempo pasó volando hasta unos días antes del esperado Luau. Sebastian estaba conmigo y respondía con la mayor paciencia posible todas mis dudas.

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