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-Los caminos vacios-

"¿Puedes recordar quién eras antes de qué el mundo te dijera, quién debías ser?"
Charles Bukowski

El aroma a ceniza inundaba el ambiente, mi cabello estaba atado en un moño elegante y discreto, observe mis zapatos negros, a juego con el vestido largo, quise ir neutra, no quería llamar tanto la atención, estábamos a minutos de llegar a Plaza Zina, las serpientes ya se podian ver, también los cuervos, los cuales revoloteaban alrededor del carruaje, era horroroso, sabía que Mazikeen lo había hecho, para fastidiarnos la llegada, para atormentarnos antes de entrar, como una advertencia de lo que pasaría.

Los minutos pasaban y mi nerviosismo iba aumentando, me temblaron las manos cuando una doncella me ofreció vino, necesitaba algo que me relajara, mande un mensaje hace pocas horas, uno triste, angustiante, tenso, le comunique a Madre el posible secuestro de Angélica, todavía las lágrimas sobresalían de mis ojos al recordarlo.

Mis comandantes estaban llevando a los guardias, rodeando el carruaje, dentro de este había también guardias, para mi protección, el camino empezó a hacerse más rocoso y pesado, estábamos en la entrada de Plaza Zina, por ello mi cabeza empezó a dar vueltas al recordar todo lo sucedido, el cómo me empujo contra aquel muro, el cómo me encerró mi cuello en sus grandes manos, los moretones continuaban presentes en este, temía por lo que me pudiera pasar si volvía a enfrentarlo.

Llegamos en pocos minutos, en medio de la plaza, otra vez, pero ahora estaba abarrotada de guardias, había miles, organizados a la perfección, con flechas, escudos, espadas y había brujas, sí, muchas brujas, lo supe por el humo blanco que se observaba en el suelo, no había civiles, ni un solo campesino, solo guardias, con cara de querer arrancarme la cabeza. Vi al capitán Digory bajar del carruaje y ver como los guardias le abrieron paso y entonces comenzamos a caminar, yo rodeada por cincuenta soldados, caminamos poco más de dos minutos, hasta llegar al castillo de Mazikeen, más guardias, muchos más guardias.

La cara de Femma decía lo que pensaba, bueno, lo que pensábamos todos, esto iba a ser una masacre, íbamos a morir, estaba claro, pero aun así, camine con el mentón en alto y sujetando mi muslo, donde escondía un puñal, parecía absurdo, pero necesitaba sentirme más protegida, lo necesitaba por mi bien, pues el temor que sentía en esos momentos me estaba matando, el silencio extenso me carcomía, esto iba a acabar mal.

Lo único que se escuchaba era nuestras pisadas desiguales y a los cuervos, cientos de cuervos, sobre nuestras cabezas, era terrorífico, los guardias mantuvieron sus espadas y arcos apuntándonos, vi como las brujas tocaban las flechas y escudos, luego como desaparecían, uno de mis soldados se resbaló debido al barro, las risas empezaron siguieron las burlas y al final los insultos, Salu le puso el puñal en el cuello a uno de los que se reían, el soldado empezó a temblar, Salu lo amenazo y me miro, se quedó mirándome, buscando el permiso para matarlo, negué rotundamente y con la mano le indique que siguiéramos el camino, él aceptó a regañadientes.

Estábamos en la puerta del castillo, los guardias nos hicieron un espacio, para "facilitar" nuestro acceso, mis soldados se acercaron aún más a mi, yo estaba en medio, quise ir la primera, pero Femma me suplico que no lo hiciera, subimos las escaleras despacio, con calma y entre un hueco lo vi, pude verlo, sonriendo, en la entrada, vestido con armadura negra y túnica de plumas, parecido a los que usaban los señores de las islas del Honor, el pelo revuelto y la mirada inquieta, como si estuviera buscándome, me escondí aún más.

—Qué descarada eres, querida —murmuro él, mirándome con reproche —, sigues sin arrodillarte ante mi, hazlo.

La orden me pillo desprevenida, aun así con un movimiento de mano ordene a mis guardias que me abrieran paso, lo pude observar bien, lo mire durante varios segundos, contemplándolo, una sonrisa macabra, sus ojos puestos en mi, en mi cuerpo, analizando el vestido y lo que había debajo de él, continúe mirándolo con indiferencia, fingiendo que no me importaba que pudiera matarme en ese instante, fingiendo que me era interesante morir, una puta actuación, más que actuación un chiste, uno muy cruel.

Mazikeen #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora