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-Declaraciones-

"Todo lo que se tiene en el corazón debe ser manifestado

 antes de que sea tarde."

Mazikeen

Mi respiración no parece querer calmarse, sigo tratando de soportar los temblores, de reaccionar. La veo irse, la veo alejarse de mí, arrepentida de lo que acaba de decir, pero sobre todo, convencida de que me la merezco.

Que valgo como candidato.

Pues soy algo más que un monstruo.

Convencida de que no importa que le rompa el corazón con tal de conocerme.

Después de varios minutos en los que mi cabeza bailaba, con qué decirle, con qué confesarle, con cómo explicarle que no es que no la desee, es que no quiero terminar de arruinarle la vida. Ya he cometido demasiados errores en el plan, como para ahora enamorarme de ella.

Comienzo a caminar hacia el palacio, sin un objetivo fijo. Necesito hablar con ella y... Y no sé, explicarle algo, no desvelarle todo, porque si no me odiaría, y eso no creo que pueda soportarlo. Cuando comenzó a planear todo lo de la estatua, solo lo hacía por la guerra, porque ella quedara como una verdadera reina.

Quería que el pueblo la adorara aún más, que los demás estados tuvieran claro que ella era amada como nadie aquí, pero tras diseñarla, supe que no lo hacía por eso, que el amor del pueblo no era primordial. Lo importante era que ella se diera cuenta de que yo la había escuchado, que había entendido por sí adentro a ese laberinto.

Mi ego se hundió cuando no lo pensó, se lanzó a la oscuridad de esos arbustos y casi se ahoga por poner distancia entre nosotros. Mentiría si no dijera que me sentí bastante mal cuando la encontré. Una pequeña grieta quebró aún más mi corazón en ese momento.

Llegué al castillo y me lo pateé entero, rebusque por toda la mansión, ni rastro de ella, ni rastro de su olor, ni de nada. Loco por verla, salí a los jardines y escuché la melodía del piano. A veces ella se escapaba después de cenar para acariciar las teclas y olvidarse del mundo un rato. Me había confesado noches atrás cuando me la encontré merodeando por los jardines.

A paso lento comencé a acercarme, de manera sigilosa, buscando que no se diera cuenta de mi presencia. Igualmente, no podía escapar de ahí, solo había un arco en esa zona y ahora yo estaba en medio.

No se percató de mi presencia, continuó tocando una hermosa melodía, que resonaba por todo el jardín, una triste, ruda, llena de emociones, emociones que yo había rechazado.

Mantuve mi mirada fija en ella, en cómo su pelo perfectamente recogido, ocultaba su preciosa melena negra, en cómo siempre se colocaban todos los collares que podía, para disimular todas las marcas de su cuello, no por vergüenza hacia ellas, sino por no querer resaltar tanto.

¿Cómo ella no podría resaltar?

Se ha equivocado con una nota, por eso sé que me ha visto. Ella no falla, jamás la he visto equivocarse. Trago saliva cuando noto su mirada sobre la mía, sus ojos rojos del llanto me generan un vuelco en el corazón.

—Vete —susurra mientras se levanta.

Silencio.

—Márchate, no quiero escuchar más mentiras tuyas —sus palabras dejan entrever el dolor de su corazón.

Otro silencio, más tenso, más denso, más tóxico.

—¡Márchate! —Se acerca a mí y trata de empujarme—. ¡Déjame sola!

Mazikeen #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora