-Marcas tuyas-
"Necesito no caer en el remoto
riesgo de necesitarte".- Mario Benedetti.
El palacio estaba tranquilo cuando escuché la primera explosión. Me levanté, aturdida, miré hacia todos lados, buscando una explicación. La cama vacía y fría, la habitación solitaria y oscura. El miedo invadió mi cuerpo, comencé a tiritar de frío, una fuerte tormenta estaba acechando de nuevo toda la ciudad, una mucho más grande y peligrosa que de costumbre.
Me vestí con rapidez y torpeza, salí corriendo escaleras abajo, tratando de no caer por los cientos de peldaños. Los guardias de noche no estaban en el castillo; al igual que las sirvientas y doncellas, el palacio estaba completamente vacío.
Salí hacia los jardines y entonces choqué con la realidad: toda la capital estaba ardiendo. Miré a los lados y me topé con cientos de guardias, que tras una reverencia seguían indicaciones. Intenté traspasar los jardines, buscando ir a la entrada y encontrar a Mazikeen.
-Disculpe, majestad -La mano de uno de los oficiales sujetó mi hombro con fuerza-. Tenemos órdenes directas de no permitirle alejarse de nosotros.
-No me toque -escupí con pánico-. ¿Dónde está mi marido?
-Tiene que permanecer por esta zona -dijo, sin soltarme, ignorando mis últimas palabras.
-Suélteme, no lo voy a repetir -murmuré, tironeando de mi hombro, que permanecía bajo sus garras.
-Majesta...
Una fuerte cachetada de mi parte lo conmociono.
-¡Te he ordenado que me soltases! -grite, cabreada, llamando la atención de los demás guardias, que rápidamente me rodean.
-Ya estás desobedeciendo a tus superiores, Román -dijo uno de los comandantes, que no me acuerdo de su nombre-. Discúlpele, majestad, lo de acatar órdenes no se le da muy bien, que digamos.
Este comandante apartó con su mano la de Ramón de mi cuerpo, para después el guiarme hacia la entrada.
-Tenemos órdenes de no dejarla marchar -La voz lejana de ese no paraba de atormentarme.
El hombre a mi lado negó con la cabeza, con una sonrisa juguetona.
-Sí, y ella ha ordenado que la llevemos para allá -señala el hombre-. ¿A quién prefieres desobedecer?
Seguimos caminando mientras seguimos escuchando el vocifero de Ramón.
Tras unos minutos caminando entre las tropas, logramos llegar hasta la entrada, donde visualizo a Mazk entre los capitanes, malhumorado, dando órdenes rápidas, insultando a todo el que ve y poco a poco cabreándose más, logrando que el cielo siga tiñéndose en rayos.Cuando estoy a pocos metros, el comandante desaparece. Supongo que no querrá que lo regañen, y viendo el temperamento actual de mi esposo, lo veo lógico.
-... nada de dejar morir a niños, todos que estén resguardados, quiero doce tropas rodeando la ciudad en todo momento -Escucho una parte de la conversación mientras camino hacia él, en esta posición solo puedo ver su enorme espalda-. Quiero, culpables, entrar en toda casa que requerís; sin importar el dueño, necesitamos a esos malnacidos vivos.
Miro a todos sus subordinados, con el mentón alto, cada uno más alto y más grande de que el otro, y luego estaba yo ahí, casi rozando los dedos de Mazk, notando con todas sus miradas terroríficas, posadas en mí, percatándose de mi existencia.
Y Mazikeen también, obviamente, pues por el rabillo del ojo me examinaba con curiosidad y al darse cuenta de que era yo, pareció tranquilizarse un poco. Entrelazo mis dedos con los suyos y me mantuve con la mirada en alto mientras el resto de los militares asentían a todas las órdenes de mi esposo.
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Mazikeen #1
FantasyAlexis, en su primavera 121, debe casarse con un príncipe, pero la muerte atormenta su alma en el intento, las más sabias le aconsejan que si no quiere ser otra mortal humillada, deberá casarse con el Rey de los muertos y profanos, el hombre más tem...