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-Castigos injustificados-

"Todos necesitamos alguna vez un cómplice, alguien que nos ayude a usar el corazón".

Mario Benedetti

"La risa de Lituan era igual de asquerosa que ella, todo lo que ella desprendía era horroroso, como la envidia que cegaba sus ojos mientras aceptaba un trato que, sin duda, pondría en jaque todo lo que conocemos. 

—Es muy apuesto, señor —murmuró, segura de sí misma, mientras se relamía el labio inferior de manera seductora.

 Fingí que me interesaba esta conversación mientras miraba a mi consejera, quien aburrida se embriagaba con vino de Quanda de rosas. 

—No puedo creer que haya salido del reino para esto —digo cerca de su oído. 

—Piensa en la corona. 

Asentí y me rasqué el puente de la nariz, asqueado por la situación. Esto estaba siendo insoportable. 

—Te ofrecemos muchas monedas de plata. 

—Por mi traición —ella había interrumpido el discurso de Selene. 

—Por tu silencio —contesté yo de inmediato. Ella bebió de su copa y mantuvo su sonrisa durante varios segundos. 

—¿Por qué tiene que ser ella?

Selene suspiró. 

—Ya lo hemos hablado, ella es la heredera —mi consejera, harta de la situación, comenzaba a arrastrar las palabras—. Necesitamos unir ambos títulos. 

—Eso incluiría ejecutar a Madre.

 —O que dimita.

 Pasó un segundo tenso. 

—Eso jamás pasará. 

—Por un poco de queso —Selene acarició su copa con malicia—, cualquier ratón se mata.

 La expresión en el rostro de Lituan se endureció. 

—Madre no es ingenua —defendía ella—. Su plan es estúpido. No funcionará. 

—¿Eso es un no, definitivo? —pregunté tras unos segundos de silencio. Ella asintió y yo me levanté con rapidez. 

—Un placer —dijo mi consejera, fingiendo una sonrisa mientras desaparecíamos por el arco de la puerta. 

—Tendremos que convencer a su señora Madre —susurré con tono calmado. 

Selene asintió. 

—A esta tendremos que quitarla del medio. 

No podría estar más de acuerdo. "

Alexis termina de quitarse el vestido y se tumba a mi lado, subiéndose la sábana hasta el cuello. Mientras tiembla, la rodeo con un brazo y la acerco a mí con facilidad, demasiada. Examino su cuerpo brevemente y me percato de que sigue estando demasiado delgada. 

—Tienes que comer más —digo tras unos segundos replanteándomelo. 

—¿Qué has dicho? —susurra mientras me acaricia las cicatrices del pecho. 

—Que tienes que comer más, estás muy delgada y eso es peligroso. 

Su cuerpo se tensa contra el mío y temo haber dicho algo malo. 

Mazikeen #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora