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-Revelacion de corazones-

"Usted me confunde. A veces siento que me quieres y a veces siento que no, y no sé como lo haces porque yo estoy queriéndote siempre"

La tormenta había acabado, la tranquilidad inundaba la habitación, fue entonces cuando pude respirar con tranquilidad. Trataba de ocultarlo, pero las tormentas me aterraban, me causaban temblores, pues los rayos parecían caer sobre mi cabeza, esta noche; sin embargo, el cielo se había calmado.

Me levanta de la cama y salí al balcón, deje a un Mazk dormido y tranquilo sobre el colchón, así, desnuda, abrí la puerta que me separaba de la fría noche y una fuerte ráfaga de viento me heló por completo, emití un pequeño gemido al notar ese cambio brusco de temperatura, aun así, camine hacia el balcón y me quede observando la belleza de la noche.

Los cuervos también estaban tranquilos, algunos revoloteaban por el cielo, mientras el pueblo dormía. La luz de la luna dejaba entrever a algunos guardias, que medio adormecidos se apoyaban en las columnas del castillo, protegiéndonos de posibles amenazas.

—Alexis, a la cama —la orden de Mazk me asusto. Manipulada por el frío, entré en la habitación y cerré la puerta del balcón. —¿Qué diablos hacías ahí fuera?

—Estaba reflexionando, no podía dormir —su mano agarra la mía y me pone de nuevo encima de él.

—¿Y por qué pensaste que el frío te ayudaría a dormir?

—No lo hice, solo necesitaba salir de esta habitación.

—¿No te gusta la habitación?—no respondí a su pregunta—. La cambiaremos si no te agrada.

—No es eso, no me siento bien últimamente.

—¿Puedo hacer algo para ayudarte?—sus manos acarician de nuevo mis caderas, calentando mi helada piel.

—No siento que encaje aquí—confieso bajando la mirada.

—Eso es cierto, no encajas —su mano se posa en mi mentón y lo alza, obligándome a mirarlo—. Porque tú eres buena, Alexis. Y ese tipo de gente es muy poco común aquí.

...

Estaba terminando de colocarme los guantes cuando escuché fuertes pisadas. Levanté la cabeza, en busca de pistas sobre la persona que se encontraría tras esa puerta; la respuesta no tardó en llegar.

Sin ni siquiera dignarse a tocar, Angélica entró con una sonrisa en el cuarto, vestida de un precioso vestido verde, que le combinaban a la perfección con sus zapatos y sombrero.

Sus brazos me rodearon con cariño e ilusión, sonreí nada más reaccionar.

—¡¿Qué haces aquí?! —pregunté sorprendida.

—Necesitaba verte, Alexita.

Ya empezábamos con los motes.

—¿Qué tal estás?

—No he venido hasta aquí para hablar sobre mí —respondió sentándose en la silla del escritorio—. ¿Por qué no respondes mis cartas?

Maldición, olvidaba lo preguntona y quisquillosa que era Angélica.

—He estado un poco indispuesta —dije rascándome la nuca.

—Por su culpa —aclaro.

—Por la de ambos —dije tratando de defenderlo.

—Tienes que tener más cuidado, Alexita.

—No me llames así.

—¿Por qué?

Mazikeen #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora