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-Dulces ilusiones-

"No quiero distanciarme, pero ya no se como aercarme. "

"Las pesadillas eran constantes, volvía al laberinto, este me atrapaba, me encerraba, las hojas se fusionaban con mi cuerpo. No podía abrir los ojos, ya lo había intentado, varias veces, y el hablar, si el solo recorrido del aire por mi garganta quemaba. Mis brazos, llenos de cicatrices, las venas ardientes las habían causado, deteriorando mi piel, estaba con un pie en la oscuridad y el otro en vida.

No tenía nada que perder, estaba bailando con la muerte de nuevo. Me la había imaginado, como si tuviéramos una conversación, creo que he comenzado a disociar, el dolor me marea, creo haber visto a la muerte, haber visto a ese falso ángel.

Lo sentí sentarse a mi lado, mientras me desangraba en el sueño, parece tener vino en una copa, supongo que me lanzo el contenido en el pelo, mi pelo olía a uva, a uva roja de la playa, su brazo se había apoyado en mi hombro, dejando mayor carga sobre mi debilitado cuerpo. Parecía que respiraba a mi lado, el aire se había vuelto denso, molesto, espinoso y cortante, ahí, en el barro del laberinto, sumida en mi miseria, junto a la muerte, con su preciada compañía, parecía querer burlarse de mí, de uevo, ya lo había hecho varias veces, seguro que se divertía con el sufrimiento de los demás.

Mis sentidos estaban dormidos, era imposible identificar nada de lo que había a mi alrededor, solo estaba en el suelo, desangrándome, con el remordimiento en el cuerpo, recordando momentos más pacíficos, cediendo a mi alegría por un rato, hasta que todo acabase, esperaba que fuera pronto.

Siempre volvía ahí, podía notar como me faltaba el aire, como las cenizas de mis uñas volaban por el laberinto, como la lluvia quemaba al mínimo roce con mis heridas, me pasaba las horas sin moverme, el frío atravesaba mi alma y se apoderaba de todo mi ser. No podía dormir, ni descansar, ni moverme, solo estaba sumergida en mi trauma, sin escapatoria, una tortura psicológica, en la que mi cabeza no me permitía salir del bucle, escuchaba mi nombre, muchas veces, no podía distinguir las voces, pero me llamaban, todo el rato, desearía abrir los ojos, pero no podía.

Desearía gritar, pero no podía, no podía hacer nada, solo esperar a que la muerte se decidiera por acogerme"

La tensión era palpable en la sala, el silencio era roto constantemente por mi ruidosa tos, qué era seguida de fuertes vómitos de sangre, sentía que muchas manos me tocaban, me sujetaban el pelo y el cuerpo con delicadeza, lo hacían colocando un trapo de separación entre sus manos y mi piel. No sé atrevían a tocarme.

Llevaba ya varias horas consciente de que podía moverme mínimamente o que podía emitir breves sonidos, pero no quería. Estaba a miles de millas de mi casa, entre extraños que parecían odiarme fingiendo protegerme, si pensaban que estaba muerta no me podían dañar más. Pero entonces mi garganta picaba y escocia, demasiado, tanto que era insoportable, difícil de disimular, las sirvientas se turnaban para vigilarme, luego Lilith parecía venir por las mañanas y tardes a comprobar mi estado, lo había dicho en voz alta unas horas atrás.

Continúe escupiendo al cubo, donde la sangre iba poco a poco volviéndose más roja y menos negra, el terror iba desvaneciéndose, dando lugar de nuevo a la tristeza. Antes no podía pensar, ahora sí, ahora sabía muy bien por qué había pasado eso y era consciente de que volvería a suceder.

Reacia a hablar con las damas presentes cerré los ojos de nuevo, mis cuerdas vocales parecían cortarse cada vez que trataba de comunicarme, mis primeras palabras al levantarme fueron horriblemente dolorosas, simples monosílabos que me desgarraban por dentro. Mal oía las conversaciones de las damas de honor, pero siendo sincera no me importaban en absoluto, solo quería desaparecer, estaba encerrada en un cuerpo muy debilitado, presa en un alma melancólica.

Mazikeen #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora