Capítulo 2: Pensamientos

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  Telluride siempre se ha caracterizado por ser un pueblo para familias, lleno de alegría, o al menos lo recordaba así en mi infancia. Este mismo hace dos años atrás estaba rodeado por un gran misterio, y yo no podía parar de pensar que en cualquier momento todo comenzaría otra vez.

Mis pensamientos esa noche del viernes, después de lo ocurrido con la señorita Danna estaban realmente ocupados, por lo que casi no pude pegar ojo.

Serían alrededor de las 2:30 de la madrugada del sábado, en mi habitación, cuando no conseguía consiliar el sueño, que decidí conectarme a internet y ver un poco de todo, fue ahí donde se me ocurrió la maravillosa idea de indagar sobre el “detective” . Supuse que después del incidente del día anterior la prensa estaría al tanto, como también el detective o policía que estuviera a cargo del caso tendría que explicar los sucesos a todas esas personas. Así que ese fue el lugar en el que busqué “Telluride diary”:

—¡Bingo! —. Si, el chico de la cafetería era el mismo que había descrito mi madre. —Sigo diciendo que parece de mi edad, ¿Cómo es qué ya trabaja de detective?

«¿Será él quien terminé todo esto o será…?»

Pasó el tiempo, hasta que me quedé dormida. Luego mi primer recuerdo del día sería como sonaba la molesta alarma anunciando que ya eran las 8:30 am. Me levanté rápido y quedé sentada en la cama, observé los reflejos del sol en el cristal de mi ventana, hasta que reaccioné a todo.

—Joder tonta, que te has quedado dormida —me decía a mi misma en voz alta, pensando en que llegaría tarde a la cita con la Dr. Taylor.

Corrí hacia el baño y me asie. Para no demorarme agarré lo primero que vi en el clóset, así que iba vestida con unos jeans negros, una camiseta corta de color blanco, mi chaqueta de cuero negro y unos tenis oscuros de corte alto. No arreglé mi cabello, lo acomodé a cómo pude con mis manos. Bajé a la cocina a por algo de comer, sin darle mucho más tiempo a mi madre para que me diera los buenos días entré en el garaje a por mi motocicleta y me fui hacia la consulta.

En mi motocicleta tenía infinitas historias, aunque la más divertida era la de Alice intentando aprender algo en lo que no tuvo éxito. Fueron muchas las veces que cayó de ella y en una ocasión llegamos a ir al hospital. No me divertía que ella se hiciera daño, pero vamos, que a todos no ha dado risa la manera de caerse de alguien más —obvio cuando es demasiado ridícula —. Finalmente ella se resigno y dijo que tendría que utilizar un chófer para todo y de por vida.

Mi pueblo no era tan inmenso como podrían ser otros, más, el edificio de la Dr. Taylor lo podíamos encontrar un poco más allá del centro.

El lugar se encontraba como siempre, era un poco antiguo pero bien cuidado. Ella ya se encontraba en la puerta, con una posición bastante erecta, su brazo derecho colocado detrás de la espalda  y mirando hacia su reloj, el cual quedaba en su mano izquierda.

—Lo siento mucho, sé que me he retrasado un poco —. Le dije mientras que jugaba con mis manos.

—Lo sé, no llegarías tarde solo porque quieras ¿O sí?

—No, por supuesto que no —le respondí con seguridad.

  Pasamos adentro, me tiré en el mismo sillón, era largo y de color negro, ella se sentó en frente de mi, esto era rutina. Le conté lo que había sucedido en la tarde del día anterior, como también mencioné que ese había sido el hecho por el cual no había podido dormir, y este último sería por lo que había llegado tarde.

—Dr, créame siento mucho miedo.

—El miedo es algo que está en tu mente, ¡Tú lo puedes detener!

Demonios OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora