Capítulo 7: Mente distraída

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Nos habíamos quedado en silencio por un momento, tan cerca de poder probar lo que por nuestras cabezas estaba pasando, hasta que yo decidí romper esa imagen. Le di una vuelta a sus manos provocando soltarme de entre ellas:

—¿Por qué no me dejas ir? ¿Es que te divierte culparme de las cosas? —furiosa le dije yo.

—No, no, te pido disculpas no lo volveré hacer, te doy mi palabra —él estaba siendo sincero —pero yo necesito tu ayuda... ¿Puedes escucharme?

Cada vez que le observaba veía en sus ojos cuanto deseaba ser escuchado, parece que realmente necesitaba mi ayuda. Acepté escuchar lo que pronto me haría pensar el resto de la historia.

—¿Cómo podría ayudarte y en qué podría hacerlo?

—Eres la única persona que conozco y que haya estudiado en el colegio que te mencioné antes. Estuve pensando acerca de tu edad, y es que estudiaste allí exactamente cuando todo comenzó… —Yo le atendía —Necesito que me cuentes todo lo que sepas acerca de personas que se te hacían sospechosas, quiero que me cuentas tu versión de los hechos.

Yo me quedé por unos segundos mirando la hora en la pantalla de mi celular, indicaba que ya era mediodía y mis tripas comenzaban a sonar. El detective se dió cuenta de esto a lo que solamente me dijo:

—Se que tienes hambre, además necesitas tiempo para pensar en que es lo que me vas a decir así que te propongo algo.

—¿Que es lo que piensas?

—Ven a mi casa mañana en la tarde, allí hablaremos con más tranquilidad y hasta mañana tendrás bastante tiempo para acomodar tu mente ¿Te parece bien?

Al principio no me parecía una idea tan clara, pero acepté ya que realmente necesitaba mi ayuda.

Luego me acompañó hasta mi casa, se despidió y se fue.

∆Maria∆

Tranquilamente preparaba una pasta para la cena de esta noche, mientras tarareaba una canción. Ese momento fue interrumpido por el ring ring del teléfono de la casa:

—¿Si? —me dirigí a contestar —. ¡Oh! Usted señor.

Era él, y que fuera esa persona la que estuviera llamando significaba que algo realmente malo pasó. Luego de enterarme de la noticia que para mi tenía preparada, mi corazón comenzó a agitarse. La preocupación, el tiempo, las cosas y los planes eran como un cristal tan frágil con grietas que cada vez se volvían más intensas:

—No se preocupe, mañana a primera hora estaré allí —. Fueron mis últimas palabras ante la llamada telefónica.

Coloqué el teléfono en su lugar y miré la hora. Bastante tarde, la hora de cenar había llegado. Fui a la cocina y revise la pasta, la cual ya estaba lista.

Vi que era muy tarde y Charlotte aún no estaba en casa, desde que salió en la mañana no ha regresado. Miré hacia la puerta, el instinto materno natural en todas las mujeres de mi edad se estaba activando. Agarré un abrigo del perchero, abrí la puerta dispuesta a salir a buscarla, pero la sorpresa había invadido primero que la curiosidad:

—Es extraño que salgas en estas horas de la tarde —me dijo Charlotte en cuanto me vió.

∆Charlotte∆

Había estado pensando todo el día en lo ocurrido, pero ¿Por qué? ¿Por qué no salía de mi cabeza el momento en donde me apegó hacia él? Sus labios, sus ojos, todo había quedado grabado en mi cabeza.

Bajé a cenar, y mi madre no perdió la oportunidad para hablar sobre Aaron.

  —¿Que hay de él? —dijo ella después de tragar su primer bocado.

Demonios OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora