Capítulo 6: ¿Acaso es mi culpa?

8 5 0
                                    

No podía creer de lo tonta que era como para dejar mi celular en su propio auto. No tenía nada que ocultar en el, pero sería Aaron la última persona a la que le entregaría mi celular.

Llegada una vez la noche, me encontraba desesperada en mi habitación, volcando internet solamente para obtener algún tipo de número para comunicarme con él. Pero no encontré su nombre en la lista de detectives cercanos.

Me dejé caer en la cama, pensando en que no le conocía, no sabía acerca de una casa, número o persona que me llevará a él y por supuesto a mi objetivo principal, mi celular.

En ese preciso instante parecía que el mismo destino había escuchado mis quejas, si, esas que llevaba dando desde la escuela. Mi madre entró en mi habitación para avisarme de que alguien me esperaba abajo y allí estaba él, mi ángel —que en realidad era la goma de mascar de mi zapato —.

Aaron se encontraba sentado en el mismo sillón y posición como el primer día que le conocí, a diferencia de que esta vez traía mi celular en las manos. Mi madre había entrado en la cocina, yo imaginaba que a por café para la visita, y él abrió conversación conmigo:

—Aquí tienes, lo has dejado caer está mañana —se levantó de su lugar y me entregó mi celular.

—¿No lo has revisado? —mis palabras no eran ciertas, pero me gustaba jugar con sarcasmo hacia él.

—Tan desesperado me ves —volvió a incorporarse en su lugar y yo me senté al lado.

—Si, contando con que no le tengo alguna seguridad.

—De haber sabido eso, lo hubiera intentado —Nos miramos y luego reímos, era la primera vez que habíamos simpatizado tan bien.

Nos habíamos quedado así unos segundos hasta que llegó mi madre con unas tazas de café, Aaron en el primer momento se negó a beberlo poniendo como excusa que tenía que marcharse ya, pero si bien conocía yo a esa mujer, no le dejaría ir tan fácil.

Mientras bebíamos el café estuvimos conversando muchas cosas entre los tres, hasta que él aviso que ya era tarde y tenía que irse.

—Queridas damas —decía mientras se levantaba —ha sido un placer hablar con ustedes, pero ahora ya tengo que marcharme.

—Entendemos —le respondí yo, y mi madre se despidió con un gesto dulce —Te acompañaré hasta fuera.

Llegamos frente a su auto, se giró y me miró, pensé que me diría algo pero se limitó a hacerlo y sin más me entregó una nota, luego monto en su auto y se marchó. En la nota claramente decía:

«Por favor comienza a confiar en mí. Llámame cuando puedas»

En ese momento ya tenía lo que llevaba buscando toda esa noche, algo para saber de él. En la nota me había dejado un número marcado, supongo que haya sido el de su celular.

Regresé a mi habitación, donde pensaba una y otra vez en que debería hacer. En cuestiones de momentos me encontraba sentada en el alero de mi ventana llamando al número dado, pensé en colgar, pero para cuando me di cuenta ya era muy tarde, entonces su voz sonó:

—¿Sí? —esa voz solemne que se encontraba del otro lado de una pantalla.

—¿Aaron? —No sé por qué habré hecho esa pregunta, obviamente sabía que era él, supongo que por iniciar una conversación.

—A mi parecer diría que fuiste bastante rápida —luego logré escuchar una corta risa, rápidamente me imaginé sus labios arqueados como una u.

—Solo deseaba saber para que querrías darme tu número.

Demonios OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora