XVIII

374 27 4
                                    

"La cálida brisa de un atardecer en primavera abrazó al cuerpo de Vayne, que volvía de una corta caminata por los alrededores del pueblo, si bien todo parecía tranquilo, algunos la miraban de mala manera, murmurando cosas mediante caminaba hasta el hogar del sacerdote, tal vez se habían percatado de que era la hija desaparecida de la mujer masacrada hace unos meses, tal vez -por muy poco probable que fuera- se habían enterado de su relación con el sacerdote o incluso, tal vez descubrieron que era realmente.

Si bien quería parecer tranquila, la incertidumbre comenzaba a hacerla dudar si era buena idea terminar de acercarse al hogar del rubio, ¿debería seguir arriesgándose a lo que el pueblo pudiera sospechar? —Quizá me estoy volviendo algo paranoica —Murmuró mientras miraba a su alrededor, topándose con miradas fulminantes sobre ella, mirándola con desprecio y asco como si de una criminal se tratase.

Terminó por llegar a la casa del sacerdote y tocó sutilmente la puerta, deseando que no tardase tanto en abrir, pues las miradas y murmullos sobre ella la estaban comenzando a estresar.

La puerta fue abierta y fue recibida por Gabriel quien tenía una mirada seria —Tenemos que hablar —Se hizo a un lado para dejarla pasar, Vayne -temerosa ante su actitud seria- entró en su hogar con cortos pasos —La gente está comenzando a sospechar de algo —Comentó mientras tomaba asiento y la invitaba a que se sentara a su lado con unas suaves palmadas —No sé si sospechan de lo nuestro, de si eres un súcubo, la cosa es que están planeando quemar tu casa, contigo adentro —Los ojos de la pelinegra se abrieron como platos al oír aquellas palabras, que le habían caído como agua fría en su espalda.

—Debo decirle a Fergal —Fue lo primero que salió de sus labios, se levantó alarmada y trató de salir, pero el suave agarre del sacerdote sobre su mano la detuvo.

—No sé quien sea Fergal, pero creo que ir a tu casa no es buena idea —Murmuró mirándola con pena —Lo mejor es que nos vayamos de acá, tarde o temprano vendrán por nosotros Vayne —La pelinegra volvió a sentarse y llevó ambas manos a su rostro con preocupación.

— ¿Cómo se enteraron? —Murmuró con lágrimas en sus ojos, Gabriel pasó su brazo por los hombros de su pareja quien estaba conteniendo las lágrimas —Si yo nunca salgo de casería y la única persona que me ha visto transformadas eres tú —Se acurrucó en el pecho del sacerdote mientras fruncía el ceño.

Él no era capaz de traicionarla, ¿verdad?

—No lo sé, he escuchado muchas cosas Vayne, cada una peor que la anterior, unos dicen que eres una bruja, otros que eres un demonio, otros que eres el mismísimo anticristo... Piensan que te estoy cubriendo, nos quieren muertos Vayne —Suspiró mirando un punto fijo en la pared —Tenemos que irnos hoy antes del amanecer, sin que se den cuenta —Se miraron a los ojos con miedo, no sabían si lograrían burlarse de un pueblo entero, pero debían intentarlo si querían salir ilesos.

Se quedaron en silencio por unos minutos, tratando de calmarse y pensar con claridad, debían actuar con calma para que todo saliera bien, sin embargo, aquella paz fue interrumpida por la presencia de Fergal, quien se había manifestado furioso junto al peluche que le había regalado a Vayne y Bálor que estaba deseoso por tener el control total y masacrar al sacerdote con sus manos — ¡Quemaron nuestra casa! —Aquel grito Hizo que la pareja se sobresaltara, Vayne se giró para verlo, sabía que la rabia lo haría cometer tonterías y no quería ver más muertes.

—Fergal cálmate —Los ojos blancos miraban fijamente al sacerdote quien estaba aterrado ante aquella repentina aparición, era la primera vez en que ambos estaban juntos en un mismo sitio e interactuaban —Solo tenemos que irnos y ya... —Trató de convencerlo, pero el demonio estaba completamente furioso.

Succubus |Rhea Ripley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora