XXXI

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Las manos de la australiana se aferraron con cariño a las caderas de Vayne, sin deseos de separarse de ella o dejarla ir, manteniendo su agarre firme mientras disfrutaba del sabor de los labios ajenos hasta que el aire le comenzara a hacer falta, terminando por separarse manteniendo los ojos cerrados con sus respiraciones aceleradas —También te amo —Ambas sonrieron, Demi llevó una de sus manos hasta el cuello de Vayne, sin embargo, aquel liquido finalmente había captado su atención una vez que una gota se escurrió hasta asentarse en su piel — ¿Estás sangrando? —Su sonrisa fue cayendo lentamente manteniendo su vista en su mano, examinando y restregando aquel líquido rojo oscuro entre sus dedos — ¿Estás herida?

Vayne relamió sus labios nerviosa, realmente no quería hechizarla, no quería manipularla nuevamente y hacerla decir cosas que ella quería escuchar, ¿pero tenía otra opción? —No, solo... me cayó tinta en el camino de regreso, por eso te dije que no era un momento conveniente —Intentó bromear con la situación, pero la mirada desconcertada y preocupada de Demi no ayudaba a sus nervios.

—Bueno, te creo —Si bien aún dudaba de que se tratase de pintura por la consistencia y el olor, ya había dudado de Vayne dos veces, una tercera sería caer en el mismo hueco con los mismos resultados —Lamento haber dudado de ti —Se sinceró nuevamente —Es solo que... Ya tres personas dicen lo mismo, parece una clase de broma absurda —Vayne le dio espacio para que fuera a lavarse las manos.

— ¿Realmente crees que soy un demonio? —Vayne la siguió hasta el baño limpiando la sangre que se escurría por su frente —Que alago —Bromeó mirándola con una sonrisa burlona en el rostro.

—Sabes que no creo en esas cosa Vayne, ¿pero mi que mi hermana, Gionna y Matthew se pongan de acuerdo para hacer la misma broma? —Vayne se encogió de hombros bajo la mirada confundida de Demi.

—Deja ese tema de un lado, ¿confías en mí cierto? —Demi asintió mientras secaba sus manos —Entonces mi palabra es lo que vale, se supone que estamos hablando de mi —Carcajeó dejando un beso sobre su mejilla.

—Tienes razón —Murmuró con una pequeña sonrisa —Será mejor que tomes un baño antes de que la tinta se seque —Vayne asintió dejando que la australiana saliera —Te estaré esperando en la sala, quiero que salgamos esta tarde —Vayne arqueó una de sus cejas con interés.

— ¡Oh my!, ¿a dónde me llevará Bennett? —La bicolor se encogió de hombros dándole la espalda.

—No quiero arruinar la sorpresa.

Una vez la puerta del baño se cerró Vayne suspiró con cierto alivio, todo había salido relativamente bien, pero aquella incertidumbre de cuánto duraría aquella mentira y falsa identidad le seguían preocupando, no quería perderla por mostrarse como en realidad era, ¿acaso ella la aceptaría?, ¿le tendría miedo?, ¿sería un monstruo ante sus ojos?
Mientras menos pensara en ello le haría mejor a la súcubo.

El ruido del agua cayendo llegó a los oídos de Demi, quien luego de debatir mentalmente en si Vayne era o no un demonio, terminó por aprovechar la situación para aventurarse por la habitación de Vayne deseando ponerle fin a sus cuentos ridículos y sintiendo una pequeña dosis de adrenalina correr por su cuerpo, atenta a los ruidos del baño y procurando ser lo más silenciosa posible, a diferencia de su habitación lo único desordenado en esas cuatro paredes era la cama de Vayne, donde el murciélago de peluche reposaba boca abajo, Demi lo tomó entre sus manos con curiosidad, había estado en esa cama compartiendo momentos con Vayne y jamás había visto aquel peluche, aunque al mirarlo detenidamente recordó la vez en que Fergal había vuelto de su ausencia y cómo su camerino olía a vainilla junto al mismo peluche que posteriormente había mostrado ante Damián, Dominik y ella, recordando que incluso a ella le había gustado y quería uno.

Succubus |Rhea Ripley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora