VI

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El viernes había llegado, un alegre Fergal Devitt hacia su retorno al estadio, siendo saludado por todos los que se encontraba en su camino a su camerino.

Una vez abrió la puerta un olor dulce fue lo primero que recibió, sacándole una sonrisa, no obstante, apenas encendió la luz se topó con un peluche de murciélago junto a una nota sobre la mesa, reconociendo el porqué del olor a vainilla, se acercó para tomar la nota y poder leerla: "Quería botarlo en la basura, pero no deseaba ir a tu casa así que lo dejé en tu camerino, que es lo mismo", miró con tristeza el peluche y rompió la nota, no pensaba que vería a Vayne llorar, siempre se había mostrado como un demonio sin sentimientos, ni siquiera lloró en su última pelea antes de que su amistad se terminara.

A pesar de su odio, Fergal sintió simpatía por ella, llegando incluso a arrepentirse por ir a su departamento a molestarla -si bien ella había hecho lo mismo, Fergal no solía ser vengativo, ni siquiera como ella-, porque sintió el dolor de sus palabras, y así como trató de retener las lágrimas anoche antes de irse, perfectamente lo pudo haber hecho anteriormente.

"— ¡Fergal! —El grito de la morena y quien era su aprendiz le llamó la atención.

— ¿Qué pasa Vayne?, ¿Te hicieron daño? —Rápidamente se transformó en su demonio, quien en ese entonces era más fuerte y grande, unos dientes puntiagudos y ojos blancos acompañaban una lengua bífida y garras rojas como la sangre.

—Me siento mal, escucho voces y... Creo que veo a mi mamá —Lloró en su hombro desconsolada, este regreso a su forma normal y abrazó a su amiga. Quien aún seguía traumada con la muerte de su madre.

—Hey, sabes que estoy aquí y nada te hará daño en mi guardia, ¿lo sabes verdad? —Preguntó con una dulce y serena voz, tratando de calmar a la chica de unos veinte años.

Esta asintió escondida en su hombro tratando de calmar su llanto al sentir las manos de Fergal acariciar su cabello.
—Vamos a casa —La cargó sin problemas y comenzó a caminar hasta la pequeña cabaña en donde vivían."

Esa había sido la primera y última vez que la veía llorar, sintiendo un dolor en el pecho al recordar los viejos tiempos, extrañaba aquella inocente chica que no sabía controlar su demonio interno que no tenia ni fuerza, siendo que irónicamente en el presente, podría matarlo sin hacer el mínimo esfuerzo.

—Las vueltas que da la vida... Pasaste de tenerle miedo a tu propio reflejo y odiar tu forma demoníaca, a adorarla y estar orgullosa de lo sanguinaria que eres —Miró el peluche que aún mantenía el olor a vainilla tan característico de la súcubo — ¿Qué te pasó Vayne?... ¿Qué nos pasó?

Unos toques a su puerta lo hicieron esconder rápidamente el peluche dentro de su bolso y se giró apenas logró cerrar el cierre de este —Hey Finn —La puerta fue abierta lentamente por Edge, quien estaba acompañado por Rhea y Damián.

—Hola chicos —Sonrió tratando de esconder su nerviosismo, debido al olor de la vainilla que todos notaron apenas entraron, pero solo Rhea fue capaz de darse cuenta de quien se solía ser ese perfume.

—Huele bien, ¿Esencia de vainilla? —Preguntó Damian con una sonrisa.

—Si... había un poco de humedad y ya sabes —Rió nervioso haciendo que la bicolor frunciera el ceño.

Conocía a Finn y sabía que algo ocultaba.

—Bueno, espero que te sientas mejor amigo —Comentó Edge con una sonrisa, —Hacías bastante falta acá, es difícil no tener a un parlanchín irlandés de la suerte correteando luego de que te acostumbras a lo molesto que es —Bromeó haciendo reír a todos los presentes.

—Al menos sé que me quieren —Respondió Finn con su característica sonrisa.

Luego de Hablar un rato, los luchadores tuvieron que irse para alistarse, sin embargo, Rhea se quedó —Ese olor a vainilla, ¿es de Vayne cierto? —Finn negó con la cabeza.

Succubus |Rhea Ripley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora