XV

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"Luego de aquella confesión de amor, el sacerdote y la súcubo comenzaron a salir en secreto, si bien la gente del pueblo comenzaba a sospechar que era la hija desaparecida de la mujer masacrado en su propio hogar; Fergal -y Bálor- se encargaba de matar a quienes comenzaban con dichos rumores, siendo una especie de "ángel guardián" de la joven súcubo.

Si bien seguía triste por la relación de la alemana con el sacerdote, terminó por mantener su postura de mejor amigo/padre adoptivo, que lo hubiera "rechazado" no significaba que dejara de quererla.

Gabriel acomodó la tiara de flores que Vayne tenía sobre su cabeza, mientras admiraba la belleza de su rostro, se sentía afortunado de tenerla a su lado, de haberla encontrado en aquella casa a las afueras del pueblo, y si bien aún no entendía el porqué parecía asustada cuando la encontró, sospechaba que guardaba ciertos secretos y que alguien más habitaba aquella casa junto a su pareja.

Alguien malo, para ser específicos.

Y Gabriel estaba en lo cierto con sus sospechas, pero aún así desconocía de la existencia de Fergal, así como la naturaleza demoníaca de Vayne, para el sacerdote, Vayne era una mujer joven que negaba la existencia de su Dios, pero que aún así era cariñosa y respetuosa, y era increíble como en poco tiempo, fue capaz de enamorarse de ella y hacer lo que menos pensó con sólo ocho meses de conocerla: estar en una relación siendo sacerdote.

Aquello era un pecado a ojos de la gente, un error por parte del sacerdote quien habría caído y sucumbido ante los encantos de la joven, la gente de ese pueblo llegaría hasta tirarles piedras a ambos y amenazarlo con antorchas por dicha relación, y eso era lo que más le molesta a Vayne, esa mentalidad que ella consideraba pobre e ingenua, sabría que tarde o temprano se sabría lo de Gabriel y ella, había hablado del tema con Fergal y Bálor para proponer posibles soluciones, una de ellas era irse de ese pueblo junto con Gabriel, aunque sea un desagrado para el demonio irlandés..

Los labios dulces y con sabor a fresas de Gabriel atraparon con cariño los labios hinchados de Vayne, quien sonreía y abrazaba al rubio con completo cariño, sintiendo la calidez de su cuerpo sobre el suyo y sus grandes manos acariciar su piel desnuda, Vayne sentía que podría pasar horas así, solamente en silencio y dándose cariño, aunque había cierto detalle que le llegaba a molestar y ese básicamente estarle mintiendo de qué era realmente, del porqué no podía ir a escucharlo hablando de la palabra de Dios sentada en la iglesia, deseaba ser honesta con él, decirle lo que realmente era, no obstante, sabía que por las creencias del sacerdote este podría incluso intentar matarla por considerarla un demonio maligno, aún cuando esta no hubiera matado a un inocente todavía.

El rubio notó cierta incertidumbre en el rostro de su amada, por lo que tomó su rostro con sus manos y la miró fijamente a los ojos — ¿Ocurre algo?, cariño —Vayne despertó del pequeño trance en que se encontraba.

—Sí, hay algo que... No te he dicho —Murmuró con temor, escondiendo su rostro en el cuello del rubio con vergüenza, no era capaz de mirarlo a los ojos —Porque tengo miedo a que me rechaces o me hagas algo —Se aferró al pecho desnudo su pareja como si su vida dependiera de ello.

Gabriel -quien se encontraba consternado por sus palabras- acarició su espalda suavemente tratando de calmarla — ¿Por qué debería hacer tal cosa? — Vayne se alejó de su cuello y tomó algo de distancia, pensándose dos veces si era buena idea mostrarle su verdadera forma.

—Porque no soy lo que piensas —Murmuró para proceder a mostrarse con aquella forma demoníaca que tanto detestaba.

Gabriel quedó sorprendido una vez los cuernos de la pelinegra comenzaron a salir, comenzando a temerle a la súcubo que tenía sobre su cuerpo — ¿Qué eres? —Fue lo único que pudo murmurar, quedando inmóvil del miedo al ver los ojos amarillos del demonio, realmente no se esperaba a que se transformara en un demonio.

Succubus |Rhea Ripley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora