XXXIII

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Aquella mañana la súcubo se despertó sintiendo un vacío a su lado, para cuando abrió los ojos y no se encontró con el gran cuerpo de la australiana simplemente pensó que se había despertado antes y que estaría comiendo algo en la cocina, se sentó en la cama estirando sus músculos y soltó un pequeño bostezo, al mirar a su alrededor se percato que tampoco se encontraba la ropa de Demi tirada por el piso, frunció el ceño ante el gran silencio que había en su departamento y se colocó una simple camisa de talla grande para comenzar a buscarla por su departamento, no tenía sentido que se vaya de la nada y sin avisarle, Demi nunca haría eso, ¿verdad?
La morena caminaba descalza por su departamento buscando y llamando repetidas veces a Demi, terminando por confirmar que ella no se encontraba ahí luego de revisar todas las habitaciones, un pequeño temor surgió en ella y corrió a su habitación dispuesta a llamarla, sabía que no estaba en peligro, de lo contrario sentiría aquello por la marca que le hizo en la mano, pero en su mente lo único que pensaba era en que ella se había dado cuenta de alguna manera... O que había tenido una emergencia y tuvo que salir corriendo sin avisar.
El teléfono sabana y sonaba y Vayne no obtenía respuesta, por lo que decidió tomar una ducha rápida e ir a su casa con la esperanza de encontrarla ahí.

Demi estaba ignorando las llamadas de Vayne mientras terminaba su rutina en el gimnasio, había hecho ejercicio de más y estaba más que cansada, su cuerpo dolía con cada paso que daba de regreso a su auto, se sentía confundida y aterrada, había estado conviviendo y durmiendo con un jodido demonio que podía matarla fácilmente y lo peor de la situación es que se había enamorado de ella.
Se sentía en cierta parte traicionada por eso, Fergal sabia de aquello y a pesar de ser amigos nunca le advirtió de ella, jamás habló del tema y solo dejó que Vayne se le acercara cual cazador asechando a su presa esperando el momento ideal para saltarle encima y clavarle las garras para devorarla.
Toda esta situación era difícil para procesar y no era ni capaz de verlos a los ojos, al que se suponía era su mejor amigo y la que se suponía que era su pareja, los dos le habían mentido en la cara, los dos le habían engañado todo este tiempo y los dos habían jugado con ella y sus sentimientos, era una traición por más que ellos no le llegaron a poner un dedo encima, la mentira y engaño seguía ahí. Demi ahora entendía por qué siempre evitaban hablar de su pasado, porqué siempre tenían ese mal humor cuando estaban juntos, ahora entendía el porqué Vayne ni siquiera era capaz de hablar de su familia cuando tantas veces le dijo que quería conocerla, todo era mucho más claro ahora y no sabía qué hacer.

Demi estacionó su auto y entró a su hogar junto a sus dos perros, quien extrañamente no fueron corriendo a saludarla pues estaban ocupados con la presencia de Vayne quien estaba sentada en uno de sus sillones mirándola fijamente, su mirada denotaba tristeza y preocupación mezclada con el miedo que sentía a quedarse sola, ambas se miraron fijamente sin decirse nada por unos segundos, Vayne porque no sabía como acercársele sin que ella retrocediera o se pusiera en la defensiva, y Demi porque en el fondo le tenía miedo, un miedo a que aquel demonio con forma de mujer le hiciera algo por simplemente no querer seguir con ella.

—Dem... —La morena se levantó lentamente y caminó a paso lento hasta ella — ¿Ocurre algo? —Su tono de voz era bastante suave, intentando calmar la situación sospechando lo que estaba por ocurrir.

— ¿Quién eres? —Demi dio unos pasos hacia atrás manteniendo distancia — ¿Qué eres realmente? —Vayne se detuvo en silencio sin apartar su vista de ella, lo que más temía finalmente había ocurrido, Demi sabía la verdad y ahora aquellos orbes grises que solían verla con amor ahora la veían con miedo —Respóndeme, Vayne... —Susurró sintiendo como sus manos comenzaban a temblar sutilmente —Si es que verdaderamente te llamas Vayne...

—Demi, sé que es difícil entender pero déjame explicarte... Yo soy.... —La australiana negó con la cabeza y la miró con repudio interrumpiéndola en el proceso.

Succubus |Rhea Ripley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora